domingo, 23 de diciembre de 2012

Mis "jamases" pedagógicos



Queridos compañeros: La palabra maestro/a me ha parecido siempre muy grande para mí. No obstante, hoy, cuando el mundo celebra una Navidad lejana, sin apenas caer en la cuenta de su significado, de su verdad, repetida hoy, cada día en nuestros pueblos y ciudades, mis alumnos/as de todos  mis años de presencia en las aulas, dispersos por tantos y tantos lugares y en tan variopintos trabajos, acuden a mi memoria: sí, los siento junto a mí en la madrugada fría de este veinticuatro de diciembre del 2012.
Y su presencia me lleva a recordar mis posibles errores, pero también  aquellos jamases que fueron una constante en mi vida.
Son mi mejor confesión para estas Navidades, para este año que termina y son mi deseo de llegar de nuevo a ellos por si en algún momento les sirve de algo saber cuánto me importaron, me siguen importando, porque...
- Jamás me presenté ante los alumnos sin una “cartera” rebosante de ilusiones.

- Jamás fui a la escuela con el propósito prioritario de enseñar, fui ante todo con el propósito firme de investigar y aprender.

- Jamás puse fin a mi tarea educativa al finalizar el horario escolar. Muy al contrario, mis alumnos, sus problemas, sus vidas… venían conmigo, me acompañaban a lo largo y ancho de los días.

- Jamás me he propuesto ganar disputas con los alumnos/as. He intentado, eso sí, ayudar a resolverlas.

- Jamás me he sentido ajena a conflictos que tuvieran que ver con la infancia, adolescencia o juventud.

- Jamás he tratado de ser fotocopia de nada ni de nadie. Jamás propugné que lo fueran mis alumnos/as.

- Jamás me consideré portadora de verdades absolutas; siempre traté, con mis alumnos/as de compartirlas, discutirlas, descubrirlas...

- Jamás he dejado que un alumno/a se alejara de mí triste o decepcionado.

- Jamás, y es mi confesión incuestionable, en ningún momento, en ningún lugar, en ninguna circunstancia, he dejado de buscar estrategias, recursos, métodos… para promover valores, para facilitar y motivar el aprendizaje, para buscar el camino de ir a mis alumnos/as sin esperar que ellos fueran a mí.

- Jamás he dejado que un alumno/a fracase, convencida de que no fracasan ellos sino sus maestros/as.

- Jamás le he negado a los alumnos/as la posibilidad de rectificar, evitando así desenmascararlos. Si no había excusa, la inventaba.

- Jamás he tachado de “malo” a un alumno/a. He tenido siempre el convencimiento de que, tras un aparente alumno/a “malo” había un ser humano destruido, apenas nacer. Renacerlo de nuevo, la principal tarea de un maestro/a.

Felices días y feliz vida, alumnos/as, compañeros y compañeras, sin que para ello tengamos que esperar grandes  acontecimientos. En esos ojos  de pequeños que nos buscan y a veces, no  nos encuetran, puede residir el secreto de nuestra felicidad presente y, sobre todo, futura.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Felicitación

Un mundo mejor en el que nuestros niños y niñas sean felices es mi mayor deseo en estas fiestas.
Un fuerte abrazo para todos.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

De grandes y chicos

EDUCACIÓN/ DIARIO CÓRDOBA
 19/12/2012

"PECAR Y COMERNOS AL PEZ CHICO,
ES LO FÁCIL PERO TAMBIÉN LO MÁS INJUSTO"


En una ocasión llevé una pequeña pecera al aula. Se trataba de un curso de tercer nivel. Por turnos, se encargaban de ella grupos de tres o cuatro niños. Un día, una pequeña alarmada exclamó: ¡maestra, uno de los peces chicos no está! ¿Qué le habrá pasado? Sin darle mayor importancia contesté: se lo habrá comido uno de los grandes.
Se quedó unos instantes pensativa. Después preguntó: si el pez grande se come al pez chico, el último de la fila, ¿a quién se come? A la ligera improvisé una contestación: Pues, los chicos se comerán unos a otros. ¡Ah! -exclamó de nuevo-. Y añadió: ¿Y por qué los grandes no se comen también a los grandes? Comerse a los chicos es de cobardes. ¡Los pobres chicos estarán siempre asustados!
La verdad es que en aquel momento me quedé en silencio pensando en darle mejor respuesta, pero me repetía una y otra vez: los niños no saben razones de "grandes" ni de "chicos", pero, eso sí, saben mucho de justicia.
Y esto no es un cuento inventado al hilo de la actualidad.
En mi obra Bolitas de Anís, editada por Descleé hace años, cuento esta y otras muchas anécdotas vividas y reflexionadas en la que los alumnos/as han resultado ser maestros de grandes y razonables verdades, muchas de las cuales a los adultos nos pueden resultar complejas.
¿Por qué el pez grande no deja en paz al chico? Pregunta que a lo largo de estos años ha sido una constante que me he repetido en cientos de ocasiones.
Y es que se da la paradoja, a veces, de repetir la historia de mi pecera a todos los niveles.
Nunca, pero menos hoy, la distancia entre mayores y pequeños puede ser tal que anulemos con nuestros convencimientos, con nuestras verdades, con nuestras imposiciones, las opiniones de los más "pequeños", de los alumnos/as, en este caso, que pasaron de ser receptivos, sumisos y silenciosos a  ser "informados" desafiantes "pececillos" libres, capaces de "devorarnos", si nos descuidamos.
Sería, yo así, al menos lo creo,  lo justo.







martes, 4 de diciembre de 2012

¡TÚ SÍ QUE VALES!

EDUCACIÓN/DIARIO CÓRDOBA
05/12/2012

En un quinto curso de la pasada EGB, me llegó un alumno tan desmotivado que no encontraba estrategias, por más que lo intentaba, para lograr, al menos, un mínimo de interés por algo.

Un día, en hora de plásticas, dibujó un barco. ¡Vaya! -exclamé-. ¡Qué bien, qué bien está; te voy a poner un diez, y como sigas así, que tú puedes, vas a aprobar todo! La felicidad le salía a flor de piel y por los cinco sentidos. Mirándome y mirando el dibujo, exclamó: ¡Mi madre no se lo va a creer! El otro maestro me suspendía siempre. Decía que yo era vago, desobediente y que no servía ni para poner la mesa.

Pasaron días y, tras la euforia del diez, volvió a un perezoso total para todo. Decididamente, tenía que hablar con la madre.
A la hora de visita se presentó con el niño de la mano. Antes de que me diera tiempo a pronunciar una palabra, exclamó: Que dice mi Paco que me quiere felicitar por el diez que le puso. ¡Ya era hora de que me llevara una buena nota!

¡Bueno, bueno! ¡Ni me acordaba del diez! Así que, sin más, tuve que remitirme a él: Pues sí, es bueno y trabajador pero tiene que mejorar porque puede y lo demostró con el dibujo,etc.
Y aprobó el curso y sé que hizo una buena carrera.

Es muy frecuente que, al tratar de corregir, calificar o evaluar alumnos, usemos la técnica que denomina Thomas Gordon "mensajes del tú", -eres un desastre, no vales, etc.- porque lo único que se logra con estos mensajes es afianzar la imagen negativa que de sí mismo tiene el alumno.

Por el contrario, estimularía, provocaría el diálogo, si dijese: Esto lo puedes superar; tú eres bueno y lo demostrarás con un poco de esfuerzo, etc., "mensajes del yo". El ejemplo fue lo que sucedió con mi alumno Paco, al que valoré, aún sin conocer entonces esta teoría.

¡Como nos crecemos todos cuando alguien nos dice qué bueno eres en esto o en lo otro y qué bien lo haces! ¡Tantos   y tantos ejemplos del salvador recurso!