lunes, 3 de julio de 2017

Mini-relato: coeducación

A la puerta de un colegio, donde yo estaba destinada, cada día, a la hora de la salida, se repetía el mismo espectáculo: un matrimonio separado pugnaba abiertamente por llevarse a su pequeña de  nueve años, alumna de mi clase. ¡Se viene conmigo! -gritaba el padre- ¡Se viene conmigo! -gritaba la madre-. Y se peleaban e incluso agredían a la pequeña, tirando de ella de un lado para otro.
Como prácticamente todos los alumnos y alumnas del Centro eran testigos, en la clase se suscitó el debate: ¿con quién debería irse la pequeña? No sé si con acierto, intervine: que hable ella primero –sugerí-. Tímidamente, la niña dijo: 
-Yo quiero estar mejor con mi madre, porque si me voy con mi padre, ¿quién me va a hacer la comida?, ¿quién me va a despertar para venir al cole? ¿quién me va a lavar la ropa? ¿quién me va a hacer las tareas?  
Un compañero de clase dijo:
-Pues que tu padre aprenda a lavar, a guisar, a … 
-Mi padre -interrumpió la pequeña- es ya muy grande para ir al colegio, y él lo que sabe es subir del bar y ver el fútbol.
Sorprendida por lo que oía, me dije: en esta clase tendría que haber una lavadora, una cocina, una plancha... En todas las clases del mundo tendríamos que preparar, tanto a mujeres como a hombres, para que el día de mañana sepan hacer algo más que “subir del bar y ver el fútbol”, y algo más también que guisar, planchar, lavar...

Efectivamente, en la escuela  y mediante la educación, se debería aprender algo más que “números y letras”. Se debería aprender a ser felices, corrigiendo cosas “viejas” y haciendo crecer nuevas.