jueves, 15 de noviembre de 2018

EDUCACIÓN PARA TODOS

DIARIO CÓDOBA / EDUCACIÓN
El abogado y político colombiano D. Luis Córdoba dice «por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad». Recuerdo los manuales de urbanidad que se manejaban en otros tiempos. En ellos se leían y aprendían prácticas elementales sobre educación. Mi padre no precisaba tal recetario porque él mismo nos lo traducía en constantes ejemplos, sobre todo, de educación cifrada en una convivencia respetuosa, afable, delicada..., con todos pero muy especialmente, con los mayores. 
 La educación es un gran valor que, como otros muchos, se ha desequilibrado por la mal entendida libertad, permisividad, etc. De ahí, que me refiera hoy a este necesario tema, como reivindicación que debemos izar todos. Y lo hago, copiando del blog que dedico a mis nietos y refiriéndome a cosas generales y diarias, si bien empezando por la atención que debemos a los mayores.
 Nuestros padres o abuelos, por lo general, han perdido con el paso de los años, oído, vista, memoria y muchas más cosas. Así que no le hablemos a voces, ni le digamos estás sordo, estás ciego, no te acuerdas, te vas a caer, etc. Bastante tienen con sus problemas y limitaciones para que alguien se los ponga de relieve y recuerde.
Siempre que veamos a un mayor con algo de peso en las manos y notemos que le cuesta trabajo llevarlo, ofrezcámonos a prestarle ayuda. A los mayores, en general, y a los abuelos, en especial, hay que tenerle la atención debida, cuando hablan. Es horrorosa esa costumbre de exclamar, antes de escuchar: ¡que me dejes!
Cuando, por ejemplo, los abuelos vengan a nuestra casas recibámoslos con alegría, saliéndoles al paso, y cediéndole el sitio que pueda serles más cómodo, anticipándonos a sus necesidades, preguntándoles alguna cosilla que les dé oportunidad de hablar y se olviden de sus años y ausencias, que serán muchas.
¡Ni se nos ocurra llamarles antiguos si inician algún tema relacionado con el pasado. Escuchémosle con atención porque en su “mochila” pesa mucho más pasado que futuro.  
Si los abuelos comen o conviven en familia, hay que atendedlos de forma que se sientan unos más, pero con la delicadeza que les haga a un tiempo sentirse también queridos, deseados, considerados y hasta celebrados.
 Si los abuelos os recomiendan algo, puede que sus palabras os resulten torpes, puede que no os gusten o que no os sirvan, pero podéis estar seguros de que las palabras que salen siempre de sus labios son las mejores palabras que tienen, impregnadas del mayor amor posible.

De ahí que tanto padres como maestros no olvidemos, sobre todo con el ejemplo, la educación y respeto que debemos a todos y en especial a nuestros mayores con los que no solo hay que ser especialmente delicados sino tal vez, hasta pacientes. La educación no sabe de edades. Eduquemos, pues, a todos, si queremos ciudadanos libres y no ciervos.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Más allá del aula

Primavera bochornosa andaluza. Un día cualquiera de hace ya .. ¡años! Rosa, una pequeña de diez años, como cada tarde jugaba con mis hijos en la puerta del bloque. Era la octava de diez hermanos. Sus padres carecían de medios. De ahí que, al salir de la escuela, me la trajera a casa. Me ayudaba, aprendía, jugaba... Era un alivio para su familia. Se estaba poniendo el sol. Era el tiempo de los "pollitos", así le llamo yo porque se oyen piar por los mercadillos. En mi terraza, amontonados en una caja de zapatos, tres o cuatro piaban en una pequeña jaula. De repente, un telefonazo, una trágica, monstruosa noticia: la madre de Rosa había muerto repentinamente.
Un pueblo cercano, donde yo ejercía, revuelo de vecinos, niños y niñas merodeando la pobre casa de Rosa. Un portal repleto de gente, un comedor rebosando gritos, un patio de geranios, una habitación chorreando  humedad, una mujer cadáver, comida de hijos que, asus­tados, se arrebujaban unos contra otros.
Rosa, menuda y delicada, se desvaneció en mis brazos: una silla, mucha gente, bo­chorno, botellas de refrescos, comentarios, suspiros:
-¡Pobres criaturas! ¡Y tantos como son! ¡Y qué van a hacer con la falta que hace una madre!
Unos minutos después, Rosa, recobrado el conocimiento, lloraba en mi regazo. Sentí que las piernas me temblaban y que ni una palabra de consuelo salía de mi garganta seca por la emoción. No había otra cosa para aquellas criaturas que el devolverles viva su madre.
Y me rebelé contra el destino del pobre ser humano, y me hice el propósito de suplir en lo que pudiera, con mi cariño y atención, la falta de aquella mujer, madre de tantos hijos.
Rosa, a pesar de mis dificultades económicas, vivió en mi casa durante varios años. Se hizo mujer prematuramente.
Un día, su padre la reclamó. La necesitaba para hacerse cargo de la casa, al casarse las dos hermanas mayores.
Muchas veces fui a verla: cuidaba a sus hermanos, mante­nía verde el patio, había reparado las manchas de humedad y, como una buena madre, guisaba, planchaba... Pero también Rosa se casó. Se fue a vivir a Valencia Durante unos años nada supe de ella.
Un día, hacia media mañana, la portera del colegio me anunciaba una visita. Era Rosa. Toda una mujer. De la mano,  dos niños casi bebés. Me abrazó, lloró y de una bolsa sacó un pequeño paquete:
-Tome -dijo -. Aunque a usted le gustan los libros y esas cosas, le traigo algo que  hubiese alegrado a mi madre: un costurero con muchos acericos. Y es que usted lo hizo conmigo como una madre. Se portó tan bien... Nunca he podido olvidarla. ¡Ojala mis hijos den con una maestra como usted...!
Cada año de los que mis hijos fueron niños, los pollitos seguían, por el mismo tiempo, piando en la terraza, y yo recordando a aquella pequeña que se quedó sin madre, cuando jugaba, lejos del dolor y, por supuesto, de la tragedia de la muerte.



viernes, 2 de noviembre de 2018

Mensajes de tú y del yo

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
MENSAJES DEL TÚ Y DEL YO
Isabel Agüera
31/10/2018
Es muy frecuente que, al trata de corregir, calificar o evaluar personas, conflictos, usemos la técnica que denomina Thomas Gordon «mensajes del tú», con los cuales acusamos y provocamos en los alumnos o en nuestros hijos, una reacción defensiva que impide que podamos ser escuchados.
Por ejemplo, un maestro, un padre, ante la presencia de unas malas notas, exclama: ¡eres un desastre y así no vas a ninguna parte! No estudias, no te esfuerzas, etc.. Con estas expresiones le estamos diciendo al alumno o hijo, pues, eso: que no vale para nada. Y el destinatario de este mensaje, o contesta cualquier cosa a la defensiva o se queda indiferente pero con la autoestima por los suelos.
Este es pues, el resultado de mensajes del tú: "tú eres, tú no vales, tú no te esfuerzas, etc". Por el contrario, y en el mismo ejemplo de malas notas, un -mensaje del yo- sería decirle: ¡bueno, esto lo vas a superar!, porque eres capaz y con un poco de esfuerzo lo conseguirás, yo estoy seguro, yo lo sé, yo confío en ti, etc".
Para entender mejor esta teoría, desconocida, o poco tenida en cuenta, incluso por pedagogos y que no obstante debería ser practicada en cualquier ámbito de convivencia, paso a una anécdota al respecto. Me contaba una madre que su hijo mayor -15 años- se negaba a todo tipo de deportes y que, por más propuestas que le hacía y por más que le hablaba de los beneficios que le podía reportar, no quería ni oír hablar de ellos. Y añadía con toda naturalidad: ¡y con razón no le gusta! Cuando era todavía un niño, lo quitaron del equipo de fútbol del colegio. Decía el maestro que era muy malo jugando y, con él, y con otros, formó un equipo que le llamaba de los malos.
Bueno, pues, aquel maestro llevó a cabo, ¡y de qué manera! mensajes del tú: "tú no vales para el fútbol, tú eres malo para el deporte"… ¿Resultado? Aquellos mensajes del tú calaron tan hondeo en aquel niño que lo llevaron a considerarse inutili para toda clase de deportes y por consiguiente ni oír hablar de ellos, quería. 
Por el contrario, los mensajes del yo hubieran hecho de él un buen deportista: "yo sé que puedes ser un campeón, vamos a intentarlo, puedes superarte, etc".
¡Pobres niños en manos de maestros, padres que por su mala gestión o desconocimiento llevan al fracaso a buenos alumnos si se les animara y valorara con mensajes del yo!
Nada hay más valioso, para bien o para mal, que la consideración y las palabras de apoyo de un maestro o padre.
Trata de que un hijo o un alumno no tenga que bajar la cabeza por tus palabras, sino que, por el contrario, le sirvan para mirar al mundo de frente sin miedos, sin complejos...