I.AGÜERA
22/05/2013
Miremos esta escuela de antes,
miremos a estas alumnas
y después, hagamos la comparación con Centros y alumnos/as de hoy día.
Y es por ello que me cuesta y hasta me duele cuando con hechos o con palabras, nacidas de la ignorancia o de la mala fe de personas o sectores sociales, se vilipendia al magisterio y hasta se le responsabiliza de los bajos índices de conocimientos de nuestros alumnos que, según estadísticas, así rezan a nivel europeo.
Y no solo son datos estadísticos fríos y distantes sino que son tema de comentarios de aquí y de allí, donde repetidamente se proclama que los niños, los jóvenes de hoy, no saben nada.
Y sin poderlo remediar, una se remonta a los años en los que se supone que los niños sabíamos mucho más que los de ahora y, personalmente, me pregunto: ¿qué sabía yo, por ejemplo, a los diez años? ¡Ah, sí! Los límites de España, las tablas, los verbos y alguna memorística oración. ¿Y qué sabían mis alumnas de aquellos mis primeros años de magisterio? ¿Sabían hablar, pensar, opinar, protestar? ¿Conocían algo de poesía, títulos de obras básicas de literatura, música etc.? ¿Practicaban o conocían deportes, idiomas, etc?¡Nada de nada! Eran como pequeños robots adiestrados para aceptar todo tipo de manipulaciones, normas y castigos sin rechistar. Tan solo les estaba permitida aquella cantinela de "servidora de Dios, de usted y de todos los presentes".
No nos remitamos al pasado tan deplorable de la educación para comparar, ni hagamos exhaustivo rigor de estadísticas que olvidan los cuarenta años vividos en pobreza de todo: pobreza manifiesta en aulas, servicios, programas, en marginación, sobre todo, de la escuela pública.
Respeto, pues, y cariñoa nuestro magisterio que trabaja, se esfuerza, dedica tiempo e ilusión y está consiguiendo un alumnado capaz de levanatar la cabeza y mirar, abrir los ojos y ver, y sobre todo está logrando que aprenda a pensar que es lo más importante para ser responsable y autoónomo. Así que chapeau a nuestro magisterio.
Respeto, pues, y cariñoa nuestro magisterio que trabaja, se esfuerza, dedica tiempo e ilusión y está consiguiendo un alumnado capaz de levanatar la cabeza y mirar, abrir los ojos y ver, y sobre todo está logrando que aprenda a pensar que es lo más importante para ser responsable y autoónomo. Así que chapeau a nuestro magisterio.
Creo que el trabajo de la enseñanza nunca ha estado valorado. Muy buena reflexión. Un abrazo.
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