martes, 26 de septiembre de 2017

Día. Internacional de la Paz

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN

El pasado jueves, día 21 de septiembre, se celebró el Día Internacional de la Paz. Bueno y necesario es, por tanto, que dediquemos una reflexión a este valor tan anhelado hoy en día. En el blog que dedico a mis nietos les hablo de la paz con reflexiones como las siguientes: la paz no es la bandera blanca en un campo de batalla, tampoco la paz es rendirse ante el enemigo, la paz es, en primer lugar, y quiero que lo entendáis muy bien, tener el coraje de ganar esas batallitas a las que la vida nos va enfrentando cada día. 
Vivir en paz, mis queridos nietos, tampoco es vivir de brazos cruzados viendo cómo se nos pasa la vida, la paz es poder tener una conciencia tranquila de haber hecho y dado cada día lo mejor de nosotros mismos, y si en algo nos equivocamos o dejamos de hacer, rectificar a tiempo. 
La paz no es una palabra que esperemos les toque lograr a otros y que nos llegue a nosotros, la paz es una actitud, un valor que debemos llevar izado como antorcha en nuestro caminar por la vida que nos ha tocado vivir. 
Ser pacífico, no solo quiere decir ser tranquilo, sino también evitar la violencia, los enfrentamientos, las palabras duras, las cabezonerías y las discusiones inútiles y tantas y tantas cosas... No olvidéis esto: las páginas escritas en paz y amor, no hay años, ni acontecimientos que puedan borrar, porque siempre quedan ecos de nuestro vivir y actuar grabados en el alma. 
Si buscáis la paz y hay que elegir, no dudéis en elegir siempre lo más bello: acertaréis porque la belleza no puede convivir con la maldad, mentira, hipocresía, guerra… 
Para vivir en paz no hay que venderse a nadie porque perdemos la libertad y nos hacen esclavos suyos.

Amad al prójimo, cuidad al indefenso, respetad a los demás, sed justos y reivindicad justicia... Solo así alcanzaremos la paz.


Así ven lo niños la paz

miércoles, 20 de septiembre de 2017

educar para ser feliz


Recuerdo, y no me pesa - eran las cosas de los tiempos- que ni un sólo caramelo saboreé a gusto en los años de mi infancia. ¡Los chinitos! Siempre los chinitos se me atravesaban, porque se suponía que ni un céntimo podía gastar en superficialidades  entre las cuales, claro, estaba el prosaico caramelo. Cualquier perrilla que cayera en mis manos tendría que acabar en la hucha de los chinitos. Y quien dice esto, dice cualquier otra cosa: sacrificios, muchos sacrificios se nos imponía a las “Niñas Reparadoras”, a las “Hijas de María”, a las “Aspirantes de Acción Católica y... ¡qué sé yo!  Sacrificios, renuncias, miedos que nos crearon una conciencia negativa con respecto a todo lo placentero por ingenuo que fuera.
De ahí que hoy tanta gente mayor no sepa gozar de la vida como no se esté constantemente flagelando. Pero de ahí también que haya tan poco respeto,  tanta intransigencia, dureza y agresividad con respecto a los demás. Es como si quisiéramos transferir  a cuantos nos rodean  nuestras ancestrales frustraciones. En educación hay que tener siempre muy presente el futuro. Es decir, el sembrador  debe conocer la dimensión de su cosecha en cuanto a rentabilidad, utilidad, proyección, etc. De ninguna manera puede quedarse perdido en la contemplación de sus semillas una vez depositadas en la tierra. Se perderían sin remedio.
 Padres y maestros debemos ser conscientes de que la felicidad no es un bien que pertenece a los vaivenes de la vida, sino que, ante todo, es una actitud que hay que potenciar desde el convencimiento de que todo está preparado para la felicidad; sólo falta descubrirlo. Es evidente que los niños no son felices con las muchas cosas que hoy por hoy poseen, sino que sería preciso educarlos para saber gozar de ellas y, sobre todo, aunque no las posean, deberían saber cuántas y sencillas cotidianidades pueden hacernos felices, y deberían saber que la vida no es una estación de espera donde puede llegarnos empaquetada la felicidad, sino que, en paladear un simple caramelo, puede haber mucho de felicidad.
Falta que los mayores así lo entendamos, lo vivamos, lo compartamos...  Falta que los educadores seamos felices, porque de lo contrario, ¿cómo sacar agua de un pozo seco..?


domingo, 17 de septiembre de 2017

Mini-relato

J. M. de Pereda, novelista español dice: La experiencia no consiste en el número de cosas que se han vivido, sino en el número de cosas que se han reflexionado. 
Y sí, a lo largo de mi magisterio los alumnos me ha llevado a reflexionar y aprender cosas importantes no solo para entenderlos a ellos sino sobre todo para entender al ser humano y entenderme a mí misma. Así fue como nació esta bonita obra editada por Desclée. Muy breves y  aleccionadores relatos como el siguiente.
Mi pobre Manolo, siempre desaliñado y ausente, en lugar de cartera, arrastraba siempre un viejo morralillo rebosante de papeles. A pesar de mis muchas estrategias, Manolo estaba siempre desmotivado. Pasaba el tiempo jugando con sus manos.  
Un día después de Reyes, lo sorprendí eclipsado en la suntuosa exposición de material que un compañero hacía ante los demás y que incluía bocadillo, trompo y algunas pesetas.
Al día siguiente, preparé y  le regalé una bonita cartera con materiales para clase, incluyendo -¡cómo no!- bocadillo, trompo y unas pesetas. ¡Mira, mira, Manolo, qué regalo han dejado los Re yes en mi casa para ti!
Abriendo mucho los ojos y sonriendo exclamó: ¡qué guay!
Y empezó a trabajar.

Contenta, me dije:
Verdaderamente, el amor es la mejor estrategia, pero precisa la atención  la ternura  propia  de una celosa madre que sabe en cada momento por qué “llora” su pequeño.


Alumnos delCentro Público Averíes de Córdoba, que no hace mucho me sorprendieron con un encuentro en el que no faltaron palabras, regalos, mucho cariño y grandes emociones.

martes, 12 de septiembre de 2017

Se acabaron las vacaciones

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN

Difícil de explicar los sentimientos que me agitan y enternecen esta mañana, cuando contemplo la entrada de alumnos a los centros escolares en este primer día de curso: bulla de madres, padres, abuelas y los niños a los que, como cada año de mi magisterio, quisiera recibir con los brazos abiertos e ilusionada. 
Niños, alumnos que, nuevos o no, llegan a nuestras aulas con el deseo flamante  de recibir lo mejor. Con dificultad siempre he podido disimular algunas lágrimas, cuando sus ojos, clavados en mí, parecían esperar respuesta a sus muchas expectativas de estreno. Y yo siempre he creído, y ahora más que nunca, que la primera y mejor respuesta no es otra que el interés expreso por todos y cada uno, de forma que todos se sientan atendidos, queridos, aceptados por sus maestros.
De ahí, queridos compañeros  y amigos que seáis conscientes de lo importante que es para un niño escuchar su nombre en voz de su maestro, sentir su atenta mirada, comprobar interés por su persona y percibir, y esto quizá sea lo más grande, que es querido, valorado e importante desde este primer encuentro, desde este primer día que puede ser decisivo en su vida. Ellos, niños de hoy, son el futuro que debe cimentarse en ambientes de paz, alegría, relajación, porque de todos estos bienes carece nuestra sociedad actual y no podemos tolerar la creación de un nuevo hombre sin que ingredientes tan necesarios estén ausentes en nuestros hogares y escuelas. Ellos, a pesar de sus precocidades, siguen siendo niños. Nada más sagrado que un niño, guardián de la eternidad en el tiempo, ante quien es una tremenda realidad el misterio del porvenir.
Sí, ese misterio es el que me transmuta, me renueva, me eleva cada mañana, lejos ya de la práctica escolar, pero nunca lejos de las inquietudes que me provoca el futuro de estos niños, hoy, que con la inocencia a flor de piel, llegan a las aulas.




domingo, 10 de septiembre de 2017

Empieza el curso: historia de vida

Buenos días, amigos: Para muchos niños hoy empieza el curso, primer día para muchos, encuentro con profesores y compañeros, para otros. Cada año, cuando llega este día, el recuerdo de todos mis alumnos y  de mis numerosas aulas en pueblo y en Córdoba, me asalta como cálida ola que por unos instantes borrara el tiempo y me situara en el regazo de Centros Escolares, esperando ilusionada el desfile de mis alumnos. Pero las olas se desvanecen en la playa, y así esta mañana mi ola, tras bañarme  en recuerdos, se esfumó, pero no pudo llevarse el magisterio que tanto amo. Ye es por eso que hoy mi relato –ya contado- tenga como protagonista el escenario de un aula, de un alumno, de una inolvidable  historia.

Han pasado años, pero nunca me podré olvidar de Alias virus -nombre puesto por él mismo-, un chaval de catorce años que de rebote de muchos cursos como repetidor, llegó a mi aula un día. Simulando un saludo militar, exclamó, con una sonrisa entre dulce y pícara, el primer día de clase: ee presenta Ernesto Che Guevara. Un poco desconcertada, le contesté por su nombre:  sea bienvenido a esta su clase, don Miguel. Bajando el tono se expresó en estos términos:  la escuela no mola, seño. Todo el día sentado y sin poder hablar, ¿usted se cree? Mi viejo, que soy un hombre y tengo que estudiar; el dire, que un día me echa, los maestros, que al pasillo... No mola, seño; la tienen tomada conmigo porque mi padre es del partido.
Lo senté en mi mesa y dándole libreta y bolígrafo le dije: ¡anda, escribe lo que quieras!  ¿Lo que quiera?, ¿y no me llevará al dire? No, tranquilo  -le insistí- «escribe lo que quieras que no lo va a leer nadie nada más que yo.
Con letra garrapatosa, escribió una sarta de picardías en las que incluía a padres, maestros, colegio, compañeros, etc. Comprendí al leerlo que se desahogaba a gusto de lo que pensaba y deseaba decir a todos y cada uno.  No está mal -le dije- pero puedes y debes mejorar la letra».Sorprendido, insistió:  ¿y no me va a llevar al dire? Te he dicho que no, anda escribe  ¿Le escribo una historia? ¡Claro, escribe lo que quieras!  ¡Qué guay! ¿Y no se lo va a decir a mi viejo?   ¡Qué no hombre, tranquilo, escribe!.  
Y no fue una historia, sino el triste relato de su vida, salpicada de robos, mentiras, droga...
Era la primera vez que me encontraba en una situación como aquella. Decididamente, era yo la que tenía que ir a él y desde lo que parecían ser sus intereses, caminar juntos. Próximas las vacaciones, me ausenté unos días de clase por enfermedad y cuando volví ya no estaba: lo habían echado.  
Una tarde de belenes y villancicos, derrotado, entró en el aula: ¡qué mala pata -exclamó- ¡Ahora que me empezaba a gustar la escuela!
Durante un tiempo le seguí la pista. Después, se perdió en el pozo de la droga, la cárcel, el sida. De por medio, unas palabras mal escritas: usted ha sido lo mejor que he tenido.

Comprenderéis, amigos, mi emoción cada vez que escribo o cuento esta historia que tuvo muchos más matices. Y no porque yo fuera lo mejor, ¡qué va!, pero lo quise de verdad  y el amor sí es siempre lo mejor.