martes, 19 de noviembre de 2013

Carta a mi niña de color

 DÍIA INTERNACIONAL DEL NIÑO




HICE ESTE DIBUJO DE ARCOS DE COLORES
 PARA TI, MI PRECIOSA NIÑA


Como si  de repente me   hubieses nacido, tengo tu foto entre mis  manos que me tiemblan y me sobran para acunar tu cuerpo que más bien son pañales de recién nacida que me huelen a mimos perfumados y limpios. Al pie de la foto tres palabras que  sobrevolando cielos han aterrizado en  mi buzón: tu niña negra.
La historia de esta insólita “propiedad” fue el repente misionero de alguien lleno de amor por sus hermanos los hombres, y que en sus mejores años de joven, emprendió vuelos hacia el Tercer Mundo, cuna negra que espabila sueños en eternas noches de hambre.
Y allí, en un desvelo de mosquitos   y sudores, a la luz de una nada, perdida en el olvido de todos, mis cartas  arrulladas por la agobiante sinfonía de grillos y chicharras.
No merezco tal honor, pequeña, y, sin embargo, cuando supe que, puntualmente, mis pobres y, a veces, torpes palabras viajaban a esa mansión de fatigas y rigores, me gratificó tanto que,  aunque quisiera, no podría faltar a esa cita en la que mi nada   se hace presente  ahí, donde la soledad y la incomunicación, las más insufribles armas, son una palpitante realidad  de cada minuto.
¡Eres preciosa, mi pequeña niña! Te esperaba, desde aquel día que la” mamá-blanca “,  poniendo a prueba todos sus valores, te arrancó de un vientre exhausto para  abrir tus ojos a la vida.
No me canso de mirarte, porque no eres un sueño bonito en el que deleitarme  y pasar más tarde a la página del olvido. No, tú, pequeña Isabel negra, eres de carne y hueso, a la que cuanto más miro más puedo reconocer como mía, y no porque lleves mi nombre,  sino, porque, al tenerte entre mis manos, noto que me brota un manantial en los adentros que  me llena de fervores como si amaneciera en un día festivo.
 Que esa misionera que te puso mi nombre haga con este trozo de papel una pajarita que salte y se arrugue entre tus manos. Así  percibirás, jugando,  el cálido beso fuerte que te envío, posando mis labios en tu carita negra, mata de cabellos anillados.

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