Una escuela de rutinas es una escuela sin futuro
Siempre fue
para mí, el comienzo de curso, un gran día, y lo sigue siendo porque el
magisterio es como un sacramento: imprime carácter y se es o no se es para
siempre.
Así que me
traslado a todos y cada uno de aquellos Centros donde ejercí, más que de
maestra, de aprendiz y dónde con los brazos abiertos recibía a mis siempre
queridos alumnos/as.
Allí estoy y
allí seguiré siempre con ganas, más de aprender que de enseñar, con proyectos
nuevos, creativos, individuales, ilusionantes… Recuerdo un curso que recibí a
mis alumnos/as con un montón de cajas grandes encima de la mesa. Con esas
maravillosas caras ilusionadas de los niños, cuando algo les provoca
curiosidad, me preguntaron: ¿para qué son estas cajas? ¡Ah! -les contesté-. Ya
os lo diré pero será algo muy divertido.
Y aquella
primera semana se les notaba el interés, las ganas de saber el destino final de
las cajas, pero antes de darle mi versión, les propuse que opinaran para que
podían servir.
En fin, una
primera semana de relax, conocimiento y convivencia en ambiente distendido,
familiar y cercano.
¿El destino de las cajas? Creo
haberlo comentado ya aquí en alguna ocasión: los buzones de la clase.
Les dije: cada caja la
vamos a convertir en un bonito buzón en el que podréis ir depositando escritos
que bien hagáis aquí o traigáis de vuestra casa. Uno será el buzón de la
poesía; otro, el de los cuentos; otro el de las cartas… Un niño dijo: ¿podemos
poner uno para los chistes? Por supuesto –les dije-. Y así, decorados
previamente y rotulados quedaron instalados en rincones de la clase. Cada
tiempo se abría uno y se leía y corregía en común.
En fin, una estrategia creativa pero insuperable para la lecto-escrritura,
socialización, comunicación y un larguísimo etc de objetivos,
Sí, la escuela hay que crearla cada día: una escuela de rutinas es una
escuela sin futuro.
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