Un brevísimo relato de mi obra Bolitas de Anís. ¿Que el
por qué
de ese nombre? Muy sencillo: en esta obra cuento de forma minúscula grades experiencias vividas con mis alumnos.
En una de ellas cuento cómo un niño, pobre de todo y con algo de minusvalía
psíquica, aprendió a leer a base de
bolitas de anís que llevaba yo siempre en el bolso, Un día las vio y me dijo:
dame una. Se la di, y yo le dije: tengo
muchas y cada día que leas, te doy una.
A partir de aquel día, era el primero en llegar a mi mesa con la
cartilla, leer y recibir su bien ganada
bolita de anís.
Cuando esta obra fue a editarla Desclée, me propuso este
título: Bolitas de Anís.
Y, bueno, una vez que conocéis el por qué paso a mi relato de
hoy.
Un día en el juego de seguir los pasos, iba yo a la cabeza y
los alumnos, agarrados unos a otros, me seguían repitiendo paso a paso. De
pronto, una pequeña voceó: maestra, Mari Carmen se ha salido de la fila.
Me detuve,
volví la cabeza y, efectivamente, aquella niña, fuera de la fila hacía
piruetas, medio bailaba y daba sus propios pasos.
Me dije: ¡qué gran lección” No volveré jamás
a este absurdo juego de seguir los pasos. Mejor será que propicie los
personales, los valores y los aplauda.
Y eso nos lleva,
amigos, a reflexionar cuántas veces, sin iniciativa propia, tratamos de seguir
los pasos de los demás sin aportar nada más que una mala fotocopia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario