jueves, 10 de enero de 2019

Pilares de la Educación

 DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
Estoy convencida, y así lo he practicado y reivindicado desde todos los medios a mi alcance, que la verdadera pedagogía, aquella que libera del fracaso y logra autoestima, tan imprescindible para que el ser humano, en la medida de sus capacidades, sea un triunfador, debe estar basada en tres pilares: amor, ilusión y creatividad.
Posiblemente, cada uno de ellos precisaría todo un tratado de pedagogía, aunque todo se podría resumir en una sola palabra que ha sido dominante en mis años presenciales en las aulas: creatividad. Concepto que debe ser entendido como la práctica de una educación concebida con respeto absoluto a la unicidad y convencimiento pleno de que todos los alumnos pueden y deben sentirse valiosos, si bien entendiendo que jamás en educación uno más otro dará como resultado dos.
Es decir, que hay que tratar de suprimir del lenguaje de un maestro, y máxime de sus actitudes, la palabra más o menos, ya que el aprendizaje puede ser cualquier cosa menos una maratón de meta única, o dos signos matemáticos. 
No todos los alumnos pueden correr en la misma dirección ni hacia la misma cima, pero, eso sí, todos y cada uno tienen que llegar al convencimiento de sus competencias y posibilidades para lograr éxito en un futuro laboral y, sobre todo, éxito y confianza en sí mismo para afrontar los grandes retos que le deparará la vida.
Hasta aquí  el artículo al que añado:

Es lamentable el espectáculo de una sociedad como la nuestra, que a mí, particularmente, se me antoja eclipsada en un desánimo sin salida. Falta entusiasmo, falta confianza, falta más que nada, creatividad para emprender caminos nuevos, caminos luminosos, caminos, en definitiva, porque estamos estancados en una  desilusión total  de los maestros que no entienden tantas exigencias administrativas, por un lado, de los padres por otro y por el alumnado, que llegado de países extranjeros, ni tienen medios, ni cultura, ni saben el idioma, ni una mínima estética, a veces, para acudir a las aulas como mínimamente es necesario en pro y beneficio de los demás, a veces marginados para atender tan variopintas necesidades. Y no se trata  de xenofobia, ni mucho menos, se trata de una integración pausada, guiada por profesores especializados, y no por dejar todo en manos de un maestro que tiene que atender a todos, a uno por uno, y se siente impotente y desmoralizado.

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