viernes, 17 de julio de 2009

CUENTOS Y PROPUESTAS DIDÁCTICAS



EL ÁNGEL PATAS CHICA

CAPÍTULO I
LA DIOSA DE LAS LUNAS LLORA A ORILLAS DEL MAR
(De mi obra editada por CCS, Lecturas para niños)
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Objetivos Generales:

1º. Lograr que la lectura sea, ante todo, un placer.


2º. Mentalizar a los alumnos/as sobre los recursos que tenemos todos para ser felices, a pesar de posibles discapacidades.

3º. Acercar a los alumnos/as al mundo de los animales y en especial, a las curiosidades de los pájaros.


Valores:

Creatividad, Sentido del humor, Ecología, Tolerancia, Amistad, etc.

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Era una noche muy negra de verano. La diosa de las lunas, arrastrando la fina cola de su camisón de seda, lloraba a orillas del mar.
-¡Qué lástima de mi hijo! -exclamaba- ¡Con esas piernas tan cortas que tiene y que no le crecen no podrá correr y llegará tarde al colegio! ¡Y se reirán de él, y será como un enano...! ¡Qué triste estoy!
Y de aquellos ojos, que eran como dos lunitas brillantes, caían lágrimas que se llevaban las olas.
El mar estaba sereno. Parecía un bebé dormido, y las olas, como volantillos de un traje de gitana, llegaban graciosas y juguetonas a la orilla, cantando en un murmullo de espuma:

Somos las olas y nos queremos divertir,
corriendo por la arena antes de dormir..

Somos las olas y queremos jugar
y que los niños nos salten,
cuando se van a bañar.

La diosa de las lunas seguía llorando y repitiendo:
-¡Pobre niño mío! ¡No podrá nadar! ¡No podrá jugar...! ¡Qué pena tan grande tengo!
De pronto del mar negro, negro comenzaron a salir burbujas que, como pompas de jabón, flotaban por encima de las olas y explotaban en luces de colores. Una voz, que parecía un trueno, rugía en tempestad:
-¡Diosa de las Lunaaaas...! ¡Diosa de las Lunaaas...! -gritaba la voz.
-¿Quién me llama...? ¿Quién eres? -preguntaba la diosa de las lunas-. ¡No veo a nadie! ¡Y vayan voces tan grandes...! ¡Me estás asustando...! ¿Eres un fantasma...?
-¡No, no soy fantasma! ¡No tengas miedo! ¡Soy el dios del mar! -contestó la voz-. ¡Las lunas de tus ojos me han despertado!
-Pero, ¿dónde estás? ¡Quiero verte!
-¡Allá voy! -retumbó la voz por toda la playa.
Y en un instante, un gigante azul de agua salía a la superficie del mar.
-¿Por qué lloras, diosa de las lunas? ¿Por qué no duermes? Creí que esta noche estabas de descanso. El cielo está muy negro. Debes descansar que luego te esperan muchas noches de vela
-No puedo dormir. Tengo mucha pena porque mi hijo ha cumplido ya siete años y sus piernas son tan cortas como las de un duende. No podrá correr, no podrá bailar, ni saltar... Además, ¡se reirán de él!
-Ser pequeño no es tanta desgracia. Los enanos, los duendes son alegres, divertidos, simpáticos... -dijo el dios del mar.
-Sí, pero, al ser tan pequeño, lo pisarán, le picarán los bichos, no alcanzará a la mesa...
-¡Se me ocurre una idea! -exclamó el gigante del mar-. Si tu pequeño no puede andar, a lo mejor podría volar. ¿Por qué no visitas al dios de los pájaros? Seguro, seguro que él te podrá ayudar.
-¡Es verdad! ¡Llevas razón! ¿Cómo no se me habrá ocurrido? -dijo la diosa de las lunas más contenta-. ¡Ahora mismo voy! Gracias, muchas gracias, dios del mar. No me olvidaré de este favor y a cambio, las noches de luna, me estaré mirando hasta el amanecer en el espejo de tus aguas.

CAPÍTULO II
Y en su carroza, luna voladora, corrió hasta un bosque llamado Pinalillo-Pío-Pío. Allí, entre las copas de los pinos más altos y olorosos, dormía y roncaba, como si fuera una locomotora, el dios de los pájaros, un dios con el cuerpo cubierto de plumas blancas y negras y unas alas tan grandes que, cuando las agitaba, levantaba todas las hojas y ramas del bosque como si fuera un huracán.
-Perdona, dios de los pájaros -dijo con algo de miedo la diosa de las lunas-. Vengo a molestarte porque tengo un problema.
-¿Qué problema? -preguntó el dios de los pájaros, agitando las alas-. ¿En qué puedo ayudarte yo?
-Verás, es que mi hijo, tiene un defecto; no le crecen las piernas. ¡Es tan pequeño! Sólo tiene pies, y así nunca podrá ser como los demás. ¡Soy muy desgraciada.! En vez de un dios, parece un duende del bosque!
-¿Y qué tiene de malo ser como un duende? Cada uno tiene que estar contento con lo que es y procurar hacer el bien a los demás, pero dime, ¿qué puedo hacer yo por tu hijo? -preguntó el dios de los pájaros.
-Quiero que vuele como un pájaro. Así, aunque sea pequeño, podrá ir de un lado para otro sin llegar tarde, y podrá divertirse, y, en fin, nadie se reirá de él... Por favor, dios de los pájaros, ayúdame.
-Bueno, lo intentaré; quiero darte gusto, pero, te repito: no por ser pequeño tu hijo será un dios desgraciado. Esos duendes y enanos que tú dices, son muy felices y viven con mucha alegría...
-Sí, pero yo quiero que mi hijo, si no puede andar, pueda volar. Es mi único hijo…
Y la diosa de las lunas se derretía en lágrimas.
-¡Está bien! No llores más, diosa de las lunas; voy a ayudarte.
Y quitándose una pluma blanca y negra, estiró sus alas hacia arriba, al tiempo que repetía:

Que si pelotim, que si pelotam, tu pequeño volará.
Que si pelotim, que si pelotam, en pájaro se transformará
Que si pelotim, que si pelotam, Ángel patas chicas se llamará.

-Toma, diosa amiga -dijo con la pluma sujeta por el pico-. Durante diez días, mojarás esta pluma en miel de azahar y se la darás a chupar a tu pequeño. Después, me lo traes y veremos qué pasa.
-¿Con esto le saldrán alas a mi hijo? ¿Seguro?
-Haz lo que te he dicho. Ahora tengo que irme. Ya llega la mañana, y los pájaros tienen que salir a trabajar. Voy a saludarlos.
-Adiós, amigo, y muchas gracias.

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