EDUCACIÓN/DIARIO CÓRDOBA
AGÜERA 10/04/2013
El pasado día 2 de abril se celebró el Día Internacional de la Literatura Infantil y Juvenil, día en el que a nivel de medios de comunicación se aportaron interesantes datos sobre la venta de libros, así como el índice de lectores consumidores de los mismos. Por consiguiente, dando un poco de lado a estas noticias, interesantes por supuesto, voy a referirme a la práctica lectora en el día a día que, como madre y maestra, tanto he trabajado.
En educación, y en todo, hay que sostener mi conocida frase de que jamás un alumno más otro pueden sumar dos. Y esto equivale a que los educadores se planteen la individualidad como primer principio metodológico y, si bien hay disciplinas que necesariamente los igualan por su contenido, para nada pueden ser considerados así a la hora de evaluar, por ejemplo, los resultados. Si no alcanzamos a cambiar una bombilla, buscaremos estrategias para hacerlo, pero nadie podrá juzgarnos por la estatura, sino por el resultado.
Por lo general, los educadores implantamos la lectura como auténtica maratón de libros a leer, sin tener en cuenta gustos, aficiones, intereses, etc. de los alumnos, así como tampoco los libros elegidos pasan, previamente, por la detenida lectura y censura de los adultos para juzgar si contienen o no los ingredientes necesarios para, ante todo, proporcionar a los destinatarios una lectura placentera y a su medida.
No importa tanto la extensión de los textos como la comprensión de los mismos. Vale mucho más una frase comprendida que un libro leído del que tal vez no se recuerde ni el título.
Tema este demasiado extenso para tan corto espacio, pero reflexionemos en la trascendencia lectora motivada y comprendida. No olvidemos la conocida frase de D. Penca: "el verbo leer no admite el imperativo, sino que su uso como tal mandato ha sido la causa de muchos rechazos viscerales a la lectura".
Muy bien explicado en tan corto espacio.
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