martes, 29 de octubre de 2013

Aprendemos a educar



¡Qué felicidad la de los niños/as 
cuando los mayores participan en sus juegos, 
responsabilidades, en sus vidas!!


Queridos compañeros/as: Ya por algún  espacio  de mi competencia he aclarado que no se trato de dar lecciones a nadie sino de transmitir conclusiones,tras toda una vida entregada a la maravillosa profesión de ser maestra.



 Importante y trascendente tarea la del educador, hombre nuevo, capaz  de entender que el ayer se finiquitó, se canceló, y resulta  conveniente conservar y transmitir lo mejor que hubo en él pero  jamás debe tratar de repetirlo.

No, no estamos ante una generación perdida; estamos, y es una realidad palpable, ante una filosofía nueva que, en mayor o menor grado, profesamos todos, si bien son los jóvenes quienes, en la plenitud de sus años, la asumen  y radicalizan sin pudor.

Los educadores en general, y por supuesto los padres, tenemos la obligación y responsabilidad de conocer, sin frivolizar, sin anatematizar, sin dramatizar los auténticos problemas que plantean hijos y alumnos, a fin de romper viejos esquemas y reconducir valores de siempre por métodos nuevos, al tiempo que tratar de vincularlos con los emergentes, atributos que caracterizan al chico, al joven de hoy, hijo de esta nueva modernidad.

Saber hacer hogar es un valor que, para nada, tiene que ser privativo, como lo ha sido siempre, de las mujeres. Los hombres, hoy día, más que nunca, tienen que  trabajar en esta dirección porque  el trabajo de las parejas, las muchas salidas, el tiempo que los hijos pasan en colegios, etc. debe tener un feliz retorno, cada día, al calor de un cultivado y bien cuidado hogar.   

Valorad, pues, vuestra vivienda pero sobre todo, valorad el que ella sea un confortable y sencillo hogar. Y que los hijos, además de padre y madre, tengan un lugar que recordar, un hogar que transmitir.

La educación es comunicación, es diálogo, en la medida en que no es la transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores, que buscan la significación de los significados."

Hay que tener capacidad para callar y escuchar las razones del otro porque de lo contrario tan sólo serán como ruido que se oye sin saber ni tan siquiera de dónde procede.


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