Mi querida Mª Ángeles con un creativo sombrero
de hojas de periódico
Un maestro/a no debe consentir jamás que un alumno/a se
aleje de él triste o angustiado.
Solo sé que soy maestra, cuando consigo que mis alumnos/as
rían. Es la mayor prueba de que aprenden.
Una “nota” justa puede
salvar a un alumno/a para siempre. Una “nota” injusta lo puede hundir también
para siempre.
La lección que merece
llamarse magistral, es aquella en la que sobran las palabras
Dentro de cada alumno/a vive un protagonista. Dale
oportunidad de “actuar”.
El maestro/a no es un hombre o una mujer que se derrite, es,
eso sí, una persona que se dilata.
Maestro de oro
es el que sabe, respeta y valora que un alumno más otro jamás suman dos.
En el juego de “seguir
los pasos”, el maestro jamás debe ir a la cabeza. Su lugar es ser el último. De lo contrario, ¿cómo conocer el “paso” de
cada uno?
Si tus alumnos
bostezan, puede que hayan dormido poco o puede que tú los estés durmiendo.
Si un día
careces de ilusión, date de baja de la enseñanza. De lo contrario convertirás
tu escuela en un árido paisaje donde no será posible la vida.
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