lunes, 28 de julio de 2014

Más recetas pedagógicas


Mi querida Mª Ángeles con un creativo sombrero 
de hojas de periódico

Un maestro/a no debe consentir jamás que un alumno/a se aleje de él triste o angustiado.

Solo sé que soy maestra, cuando consigo que mis alumnos/as rían. Es la mayor prueba de que aprenden.

Una “nota”  justa puede salvar a un alumno/a para siempre. Una “nota” injusta lo puede hundir también para siempre.

La  lección que merece llamarse magistral, es aquella en la que sobran las palabras

Dentro de cada alumno/a vive un protagonista. Dale oportunidad de “actuar”.

El maestro/a no es un hombre o una mujer que se derrite, es, eso sí, una persona que se dilata.

Maestro de oro es el que sabe, respeta y valora que un alumno más otro jamás suman dos.

En el juego de “seguir los pasos”, el maestro jamás debe ir a la cabeza. Su lugar es  ser el último.  De lo contrario, ¿cómo conocer el “paso” de cada uno?

Si tus alumnos bostezan, puede que hayan dormido poco o puede que tú los estés durmiendo.

Si un día careces de ilusión, date de baja de la enseñanza. De lo contrario convertirás tu escuela en un árido paisaje donde no será posible la vida.

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