TERCERA EDICIÓN
En la lectura no
existe el imperativo. De ahí que tengamos que buscar fórmulas para que
estimulen a una lectura voluntaria y placentera.
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En mis muchos
intentos de buscar estrategias de cara a la lecto-escritura, se me ocurrió una vez recurrir a historias
mitológicas que escribía y leía a los alumnos de nueve a diez años. Aquellas
historias conllevaban magia y misterio
por lo que a los alumnos/as les
entusiasmaban. Un día les dije: ¿Por qué no inventáis un personaje mágico,
dios, diosa, héroe, etc. con poderes para lograr que el mundo, la gente sea mejor?
Resumiendo: me desbordó la propuesta: El
hombre Cebolla, El hombre Girasol, La mujer Ortiga, etc.
E
mpezaron por dibujarlos y a continuación
describieron sus facultades y poderíos. Realmente apasionante. Un niño, con
problemas de crecimiento, dibujó y rotuló EL Dios Patas Chicas, un diosito que no podía andar, hijo de la Diosa de las Lunas
al que el Dios de los Pájaros logró que le
crecieran alas de forma que podía volar, etc. Me impactó tanto que escribí esta obra, siendo yo la
primera que viví las Aventuras del Dios Patas Chicas. La Editorial CCS le
cambió el título y loeditó con ilustraciones lindas. A cada capítulo –cuento-
le siguen una serie de sencillas y creativas actividades para trabajarlo.

Comienza así:
Era una noche muy
negra de verano. La diosa de las lunas, arrastrando la fina cola de su
camisón de seda, lloraba a orillas del mar.
-¡Qué
lástima de mi hijo! -exclamaba- ¡Con esas piernas tan cortas que tiene y que no
le crecen no podrá correr y llegará
tarde al colegio! ¡Y se reirán de él, y será como un enano...! ¡Qué triste estoy!
Y
de aquellos ojos, que eran como dos lunitas brillantes, caían lágrimas que se
llevaban las olas. El mar estaba sereno. Parecía un bebé dormido, y las olas,
como volantillos de un traje de gitana, llegaban graciosas y juguetonas a la
orilla, cantando en un murmullo de espuma:
Somos las olas y nos queremos divertir,
corriendo por la arena antes de dormir..
Somos las olas y queremos jugar
y
que los niños nos salten,
cuando se van a bañar.
La
diosa de las lunas seguía llorando y repitiendo:
-¡Pobre
niño mío! ¡No podrá nadar! ¡No podrá jugar...! ¡Qué pena tan grande tengo!
De
pronto del mar negro, negro y sereno comenzaron a salir burbujas que, como
pompas de jabón, flotaban por encima de
las olas y explotaban en luces de colores. Una voz, que parecía un trueno,
rugía en tempestad:
-¡Diosa
de las Lunaaaas...! ¡Diosa de las Lunaaas...! -gritaba la voz, etc. etc.
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