sábado, 1 de agosto de 2015

Pensamientos pedagógicos

Maestro, maestra, antes de entrar al aula, mírate unos instantes al espejo. Entenderás si en tu mirada, en tus labios, en tu gesto encontrarán los alumnos la mirada, la palabra, el cariño que buscan y necesitan. Un niño malo no es un niño que molesta; un niño que molesta es un niño que crece. Un maestro malo es el que clasifica a los alumnos en buenos y malos. Un maestro no es un sabio gigante a los ojos de los alumnos, un maestro es simplemente un hombre o mujer que, como si fuera de goma, sabe subir y bajar a las mentes de todos y cada uno de sus alumnos. Un maestro debe ser como la almohada donde los alumnos duerman sus mejores sueños. Lo que se aprende jugando es como una golosina cuyo sabor perdura siempre. Maestra -me dijo un niño de seis años-, tú cumples los mismitos años que yo. ¿Cómo es eso? -le pregunté-. ¡Ea, porque sabes lo mismito que yo! -exlamó- y me juegas lo mismito que yo!

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