Sábado 10/10/22015
Buenos días, amigos: el
tema de la educación me ha llevado y me lleva a reflexionar acerca de cómo ser
mejores padres y mejores maestros. Hoy, de mi obra “Pedagogía Homeopática y
Creativa, editada por Narcea, extraigo algunos párrafos.
Que tengáis un buen día y
un estupendo puente, si podéis disfrutarlo y si no, también.
¡Cuánta ternura, amor y responsabilidad me inspira un niño!
Un maestro jamás debe dejarse
impresionar por el currículum, a veces, casi siniestro, de algunos
alumnos, sino que buceando en sus profundidades, debe encontrar al ser humano
que late perdido sin encontrar camino de retorno.
De ahí que, antes de recuperar conocimientos
-tarea ardua e inalcanzable en la mayoría de los casos- hay que comenzar
por redimir a ese pobre ser humano que yace en el letargo de olvidos,
marginaciones, competitividades, comparaciones..., cuya imagen de sí mismo es
tan negativa que todo intento de recuperación le resulta una auténtica
montaña cuya cima no será nunca su destino.
Y son muchos los alumnos que nos llegan marcados
por el signo del fracaso, alumnos que jamás fueron valorados, tenidos en
cuenta, investigados en su corta, pero tal vez, compleja vida. Alumnos cuyos
“circuitos” y “canales” de pensamiento, en su corta existencia estaban ya
instalados, empotrados... en una concepción negativa total de sus personas
Yo fui, dada mi gran timidez, niña olvido
para mis monjitas profesoras que siempre me pasaban por alto en fiestas y
distinciones. Jamás me reconocieron méritos para figurar en el fatídico
cuadro de honor y cuyos únicos distintivos para mí -al uso de aquellos tiempos
- fueron los de asistencia y buen comportamiento.
No obstante, mi padre, excelente maestro, cuyas
clases a diario eran pura y pedagogía de la mejor calidad, sí que valoraba mi
buena ortografía, mi capacidad para redactar cuentos, poesías, mi afición al
dibujo, etc.
Los niños de hoy, nada tienen que ver con los de
ayer. Sus motivaciones, intereses, gustos y deseos, influenciados por la
técnica y el ambiente que les rodea, dan como resultado mayor madurez, mayor
capacidad de razonamiento, opinión y crítica, y esto no se debe percibir como
algo negativo que anatematizar, corregir por malo que parezca a veces. Esto es
consecuencia del ambiente posmodernista reinante en la sociedad y el papel de
maestros y padres es el de entenderlos y encauzarlos
Un maestro, para ser creativo, puede tener
o no tener alma de artista pero lo que no le puede faltar jamás es tener
alma de niño en mente de adulto.
Siempre hay que dejar una puerta abierta al
alumno, por muy negativa que sea su conducta porque acorralarlo sin más salida
que una claudicación es incitarlo a la más mediata venganza
Si queremos mejor sociedad no
olvidemos que la escuela, la familia... son los mejores talleres para “modelar”
tan valiosa “materia prima”: nuetros hijos, nuestros alumnos y alumnas.
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