DIARIO
CÓRDOBA / EDUCACIÓN
18/11/2015
Estimado
señor Marina: maestra desde que me salieron los dientes y jubilada, hoy,
implicada e interesada, no obstante, en los temas educativos, con todo respeto
le digo que no salgo de mi asombro con su propuesta en la que literalmente
dice: los buenos profesores no pueden cobrar lo mismo que los malos, según su
obra, Despertad al diplodocus.
Tantos años de trabajo en las aulas, tratando de
borrar esa injusta clasificación de alumnos buenos y alumnos malos y ahora la
encuentro aplicada a los maestros.
Mi
convencimiento ha ido siempre en línea de considerar que un alumno más otro,
jamás sumarán dos porque no se trata de sumandos de una suma sino de personas
con diferente grado de inteligencia, procedencia, ambientes, etc., y por
consiguiente, con idéntico esfuerzo, el resultado ha sido siempre variopinto. Y
si eso lo aplicamos a los maestros, nunca será igual uno, por ejemplo, que
trabaje en una zona marginal o de barrio a otro del centro de una ciudad, y máxime teniendo
en cuenta la cantidad de alumnos emigrantes, algunos en pésimas condiciones,
que frecuentan la escuela pública.
Cambiar la
escuela, sí, pero no a base de multiplicar exámenes, tareas y premiar o
castigar al magisterio que ya trabaja más horas y con menos sueldo, teniendo
que soportar, exigencias y malos tratos, a veces, por parte de padres y hasta
de los mismos alumnos.
Por otro lado. ¿quién y cómo se evalúa el trabajo de un
maestro en su aula?. ¿Se evalúan de igual manera sistemas educativos, capricho
más capricho de gobiernos de turno? ¿Se ha detenido a pensar las tensiones y
problemas que se pueden originar entre el profesorado?
En mis años
de niña tuve un sueño: ser maestra y ver aulas donde los alumnos fueran
felices, aprendieran a pensar, a vivir, a ser autónomos, dónde una enseñanza
creativa, individualizada y significativa lograra ciudadanos capacitados,
libres, para afrontar retos de futuro.
Un sueño que sigo esperando se haga
realidad y que pasa por valorar e incentivar en mucho, el trabajo de los
maestros del que nadie parece ser consciente.
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