DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
ISABEL
AGÜERA
16/12/2015
Son tiempos
estos en los que se habla mucho de libros, de lectura, tiempos, días que me
hacen reflexionar y recordar años de mi infancia en los que los mayores,
alrededor de la mesa camilla, en los inviernos, o en la puertas de las casa, en
los veranos, nos leían o contaban cuentos que nos embelesaban, tanto por su
contenido como por la relajada narración que era pródiga en descripciones,
diálogos, comentarios y que predisponía a la motivación, ante todo, por los
libros. Hoy día no hay tiempo para compartir con los pequeños la magia de la
lectura y en una dejación de responsabilidades los padres esperan que esta
labor sea práctica exclusiva de la escuela.
No obstante,
la lectura es un valor que debe rebasar el ámbito escolar porque no se trata,
simplemente, de un proceso más de aprendizaje, sino sobre todo porque mediante
su dominio se adquieren destrezas, actitudes, competencias que les van a
resultar imprescindibles en la vida cotidiana y en su integración con grandes
posibilidades en la sociedad. De ahí que la familia, los padres deben adquirir
conciencia de la definitiva influencia que sus hábitos lectores, por un lado, y
la colaboración, por otro, pueden ser determinantes en el valor que para los
pequeños represente la práctica lectora.
Llegan las
vacaciones y con ellas la gran interrogante de padres, en general: ¿y ahora
qué? Los niños tienen idéntico derecho que los mayores a descansar de su
cotidianidad laboral en las aulas, derecho que a veces atropellamos tratando de
emplearlos en nuevas y constantes tareas. Desde mi punto de vista nada mejor
que libros a mano para compartir. Sí, libros que los niños deben elegir de forma
que estén en línea con sus gustos y preferencias, libros, lecturas que los
padres deben acompañar de forma que ayuden a comprender, trascender e
interiorizar. Los hijos deben ser el prioritario valor para los padres. Felices
Navidades.
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