domingo, 3 de enero de 2016

Dos breves relatos

Dos breves relatos de mi obra "Bolitas de Anís", editada por Desclée de Brouwer


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Explicaba en clase, a alumnos de siete años, la diferencia entre animales domésticos y animales salvajes.
Tal vez, ingenuamente, yo insistía en la cuestión más elemental: Los animales salvajes -les decía- no pueden vivir encerrados. Por eso no se pueden tener en las casas.
De pronto, un niño levantó la mano: Entonces –dijo- maestra, yo también soy un animal salvaje. Cuando mi madre me castiga sin salir en mi habitación, me pongo furioso y, cuando no puedo salir de la clase, me pasa lo mismo.

Yo pensé:
Efectivamente; este pequeño lleva razón. Los niños son libertad, juego, magia... De ahí que los sistemas educativos deberían plantearse, al menos para los más pequeños, menos horas de clase, menos libros de texto y más recreos, porque tener a un pequeño de siete años, encerrado, prácticamente, cinco horas puede que les haga sentirse “animales salvajes”

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-Dice mi madre -me comentaba una niña que el fin de semana había visitado el zoológico- que los animales están allí para conservarlos y para estudiarlos, pero yo lo que sé es que el león estaba dormido, y el lobo nervioso, y que mi padre pagó dinero para entrar, y que dentro nos bebimos  refrescos y nos compramos bocadillos, y que parecía que el tigre nos miraba queriéndonos comer...
    Yo no supe qué contestar. Ella estaba triste y preocupada.


Me dije:
La intuición de los niños  tiene los “pies” mucho más largos que nuestras piadosas mentiras.

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