DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN Isabel Agüera
Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender.
Arturo Graf Escritor y poeta italiano.
Siempre he pensado que lo que tiene que
aprender un niño cabe y sobra en la palma de la mano y con ello he querido
referirme, a tres cosas primordiales, desde mi punto de vista: ser feliz,
educarse y adquirir conocimientos. También mi insistencia ha ido en línea con
esa mirada que hacemos al Sistema Finlandés, porque, ¿qué hace un niño desde
los tres años en una escuela y desde las nueve de la mañana? ¿Qué hace un niño
de un año más, cargado de libros y de tareas, más clases extras de inglés,
deporte, baile? ¿Cómo evaluar y examinar a niños que tienen edad de jugar y ser
felices? ¿Y dónde van alumnos de doce años a un instituto que les sobra por los
cuatro costados? Si miramos al susodicho sistema, los niños hasta los siete
años no tienen más misiva que, precisamente eso: ser felices, sin escuela, sin
tareas, y sí con juegos propios de un niño.
La razón de nuestra lógica es obvia:
creemos, y es falso, que cuánto antes, mejor. Los seres humanos, al igual que
desarrollamos el cuerpo desarrollamos la mente y no podemos acelerar la mente
cuando todavía el “recipiente” no da la talla.
En España miramos ahora a dicho sistema,
pero, desde mi punto de vista, no habría que irse tan lejos para implantar
cosas tan obvias como las anteriores o como el gran respeto, autoridad y
valoración del magisterio, autoridad y respeto, en muchos casos, y muy cerca de
nosotros, tirados por los suelos con el consiguiente desánimo para maestros
diez que se deprimen y pierden la ilusión.
Educación obligatoria y gratuita, material
gratis, comida, educación personalizada, etc. ¿Todo esto hay que importarlo?
Muy lejos andamos en España de este tipo
de educación y de escuela que en poco o nada ha cambiado con el paso de los
años y que poco o en nada se aproxima siquiera a ese modelo hacia el que hoy
miramos, pero tan distante del nuestro que ni con potentes anteojos podemos
acercarnos a él.
Menos imitar sistemas y más vivir
conscientes de lo que tendríamos que cambiar a la española y dejarnos de copiar
obviedades. (*)Maestra y escritora.
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