martes, 22 de noviembre de 2016

El verbo leer no admite imperativo

DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN


El escritor francés Daniel Pennac, prestigiosa pluma del panorama francés, dice que el verbo leer no admite el imperativo, sino que su uso como tal mandato ha sido la causa de muchos rechazos viscerales a la lectura. Los hombres, todos los hombres, deberían leer con la naturalidad con que hablan y con la cotidianidad con que se relacionan entre si, porque leer es una parte más de la vida, mediante la que podemos ponernos en contacto con otros mundos, con otros sueños, con otros pensamientos, con otras ilusiones, con otras penas... 
No obstante, y con referencia a la lectura entre los niños, entre padres y maestros, primero, y con el gran abanico de ocio que hoy en día compite ventajosamente con la lectura, provocan cada vez más continuos desencuentros entre los pequeños y los libros. La lectura es un valor, y su práctica habitual rebasa el ámbito escolar al que con mucha naturalidad, los padres asocian casi en exclusiva. 
La lectura no debe ser considerada simplemente como un proceso más de aprendizaje, sino sobre todo porque mediante su dominio se adquirirán destrezas, actitudes, competencias que le van a resultar imprescindibles en la vida cotidiana y en su integración, con posibilidades, en la sociedad. 
De ahí que la familia, los padres deben adquirir conciencia de su gran responsabilidad, así como de la definitiva influencia que sus hábitos lectores, por un lado, y su colaboración, por otro, pueden ser determinante en el valor que para los pequeños resulte la práctica lectora. 

No basta, pues, con mandar leer. Hay que leer con los hijos, compartir sus libros, opinar..., tanto acerca de su contenido como del proceder de sus personajes. No solo basta con leer para salir del paso, sino que la lectura debe interiorizarse, sacarse de los libros y llevarse a la vida para imitarla o mejorarla.

En una retrospección veo a mi padre con el Quijote entre las manos, y a mi madre con Las mil y una noches. La Biblia...
 
Estos fueron mis primeros libros cuando aún solo sabía deletrear.

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