Tu dibujo, pequeño. ¡Cuánto para analizar!
C arta
para empezar
Hola, querido Toni: te escribo desde muy lejos.
Figúrate que casi rozo el filo del mapa por el norte. Me vine, a otras tareas
pedagógicas, y sé que alguien te evaluó y te suspendió. Aquí estoy viendo
muchas cosas y conociendo a mucha gente
pero me acuerdo de todos vosotros y, especialmente, de ti, pequeño mío. Porque ya has visto, y lo sé: te han
suspendido porque los mayores, los que, por autoridad, deciden estas cosas,
consideran que tú no has llegado al nivel, exigido. Y aquí, sentada en la
playa, distraída con las olas, que tú nunca has visto pero que sabes imaginar
como bocanadas de espuma que escupen las
bocas gigantes de los monstruos marinos, pienso en ti, y te estoy viendo con el
boletín en las manos y los ojos llenos
de lágrimas gordas que se te van escapando por debajo de las gafillas y van
churreteando esa carita de melocotón que se ilumina y se hace transparente,
cuando una cosa te pone contento.
No llores, querido Toni. De verdad que se me parte
el corazón. Lo tuyo, por ahora, no son las lecciones, los problemas y, mucho
menos, ese montón de libros que pesa tanto sobre tus débiles espaldas. Tú eres un creador . Algún día, como tanto deseas, irás a una escuela
donde aprenderás lo que a ti te guste.
En mi carpeta, revueltos entre muchos papeles,
tengo algunos de tus bonitos cómics. Son una preciosidad, y tengo aquel cuento
que titulaste "El hombre que siempre
era de noche", aquel hombrachón negro que sólo tenía blancas las ventanitas de sus ojos y
el estuche de sus dientes.
¿Te has fijado en el sobresaliente que te he puesto
en Dibujo? Enséñaselo a todo el mundo. No te importen
las demás notas. ¡Ya las mejorarás! A los creativos como tú, hay que
darles su tiempo. Además, mi querido pequeño, con esas notas, y con tus pocos
años, podrías enseñar muchas cosas a los mayores: pedir la palabra en un debate,
dónde tirar un papel, cómo cuidar nuestra ciudad... Sabes, pequeño, si te gusta
o no la OTAN, lo que es la paz y la guerra... Conoces la Quinta y la Novena
sinfonía de Beethoven, la Primavera de Vivaldi, el Lago de los Cisnes...
Sabes caminar respirando y descubriendo cosas que
se escapan a los mayores: una flor, un anciano, un árbol, un olor, una
música...
Eres valiente para encender la luz de tu
dormitorio, cuando en silencio y soledad, padeces alucinaciones, sabes
escribir una retahíla, hacer un dibujo, un avión de papel, un castillo o un
caballo de cartón, juegas con la luna y le llamas tonta, porque no te pilla,
cuando te echas carreras con ella, tienes ganas de reír, de jugar, de soñar.
Llevas en tus pupilas ese cristal mágico desde el cual las cosas son más
bonitas, tienen más calor, más amor...
No llores, querido Toni. Esas notas son tontas
y malas. Algún día, no muy lejano,
acabaremos con ellas, porque sólo sirven
para dar disgustos a niños y niñas tan valiosos como tú.
No te sientas fracasado, pequeño. Sólo fracasa el
que no logra el éxito en un proyecto, en un trabajo que él mismo se ha programado, pero tú, al ir al colegio, lo
único que llevabas era el proyecto virgen de tus ilusiones, de tu inocencia, de
tu deseo de ser feliz.
Por eso, los fracasados somos nosotros que nos
hemos equivocado contigo y hemos cometido la enorme injusticia de pagarte con
una moneda falsa tus muchas capacidades, tu voluntad, tu singular forma de
ser. Quiero que sepas, pequeño, que siento vergüenza, hasta de escribirte,
porque siendo consciente de todo esto, he firmado, y con ello corroborado, tu
fracaso, o al menos, tu aparente fracaso. Te doy mi palabra de luchar para que
las cosas, en lo que esté de mi mano, sean de otra manera, por tu bien y el de
tantos niños a los que amo.
Te mando un beso fuerte con olor a playa, con gotas
de olas, con granos de arena para que hagas muchos castillos este verano que,
aunque se te derrumben, mientras los construyes, vivirás con ilusión que, en
definitiva, es lo importante para ti y para todos.
Y no te preocupes. Como tú bien dices, falta mucho
para el noventa y dos - corrían los años ochenta - y cuando llegue toda esa
gente, que a ti te parece que se van a comer toda la comida, ya tendrás trece
años, y entenderás que hay muchas cosas que son
auténticos problemas.
Aunque todavía seas un medio mocoso para entenderlo, te diré algo: hay que vivir
el presente, lo que tenemos hoy como si fuera el pasado que quisieras recordar
y el futuro que desearías construir. Escríbelo, querido pequeño, en tu
cuaderno de "cosas bonitas", y espera que llegue el día que puedas entenderlo.
Entonces, nadie, absolutamente nadie, te comerá el "coco" con
urgencias y mentiras.
Tú, pequeño, no eres cera para moldear
en manos de malos "alfareros" ni eres monigote, hechura en serie, sin oídos, sin
boca, sin ojos, sólo con pies para mal andar y brazos caídos sin saber qué
hacer con ellos. Tú, con tus gafillas, con tu cara de melocotón, con tus
arrebatos de mal humor, con tus tontos chistes, con tus lágrimas... eres tú, único, irrepetible y haces bien, pero
¡que muy bien! en rebelarte. Te quiero mucho. Isabel
"Los hombres, pequeño, como los árboles, crecen en forma
diferentes: torcidos o erectos, según los vientos que les han soplado pero, mientras la savia fluya, las hojas
germinen, las ramas acunen pajarillos, den sombra... no deberían objetarse las
formas del hombre o del árbol"
No hay comentarios:
Publicar un comentario