lunes, 23 de septiembre de 2013

Vaivén de libros de texto

  DIARIO CÓRDOBA/OPINIÓN
 24/09/2013

El tener la memoria histórica en pleno funcionamiento no deja de ser un privilegio que a Dios gracias conservo. Y estos días como que me daba las horas y hasta los cuartos, recordando aquellas ropas de la posguerra que pasaban de una familia a otra y de unos hijos a otros, tras una y otra vez, vuelta al derecho, vuelta al revés. Y estrenos van y estrenos vienen, pero, ¡claro!, con aquel, también histórico, estado del bienestar, aquello quedó para cuentos de cenicientas, pulgarcitos y nostálgicas memorias. 
Pero, lo dicho: hoy doña memoria me ha remitido a aquellas viejas, pobres y olvidadas historias. Y todo a cuenta de los libros de texto de uso en nuestras escuelas. Que está bien, claro que sí, que sirvan de un año para otro, y que los centros los repartan gratuitamente y esas cosas, pero, ¿qué durante cinco años sirvan a distintas promociones de alumnos? 
Los niños, por cuidadosos y responsables que sean, los traen, los llevan, los abren, los cierran, subrayan, toman notas, etc. Son libros que perdieron el gratificante olor de sus páginas, y el colorido de sus ilustraciones, y la tersura de sus hojas, libros ajados, arrugados, viejos, en definitiva. Libros, que para nada, y ya era poco de nuevos, motivan. 
Y digo yo: ¿No tendríamos, de igual manera de cara a economizar y empezando, sí por los padres de la patria, y por los más pudientes, como antaño, por un traspase de costosos trajes, carteras, coches, ordenadores...? Eso es: cinco años, le toque a quién le toque con herencias renovadas. ¡Ay, ay, qué cosas! ¡Que los más débiles, nuestros niños, no tengan la satisfacción de hojear, oler, sobar libros nuevos o seminuevos! 
¿No sería mejor, al menos, tachar para siempre los dichosos cuadernillos, que son una pasta, y que por narices hay que estrenar y pagar todos los cursos? 
Si a los seis años, los niños no quieren ni ver un libro, ¿qué podemos esperar del mañana lector?

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