DIARIO CÓDOBA / EDUCACIÓN
MENTIR A LOS NIÑOS
19/03/2014
Una pequeña
me contaba: ¡Pues no dice mi madre que cuando digo mentiras me sale una mancha
roja en la frente! ¿Y tú te lo crees? --le pregunté--. ¡Claro que sí!
--exclamó-- ¿No ves que a ella también le sale cuando me dice eso?
Desconcertada por tan sabia y pícara respuesta, me dije: las mentiras que
decimos a los niños serán las mayores verdades que recuerden en sus vidas. Y
no, no se trata de un chiste. Fue algo que sucedió en una de mis aulas y que
hoy traigo a esta columna para referirme a las muchas mentiras, que con la
mejor intención, contamos a hijos y alumnos y cuyas secuelas permanecen toda la
vida como por propia experiencia sé ya que fueron muchas las mentiras que me
contaron en mi infancia.
Y a propósito del tema, y como ilustración más, lo que
me contaba un pequeño de seis años con los ojillos enrojecidos por las lágrima:
mi abuelo se ha muerto y dice mi madre que está dormido, pero yo lo que sé es
que se lo han llevado metido en una caja y si está dormido, mejor que lo dejen
en su cama y en su cuarto.
Enseñar a nuestros hijos o alumnos a no mentir,
fingiendo otra cosa, es una de nuestras primeras obligaciones, pero claro, si
nos sorprenden a los mayores mintiendo o fingiendo, jamás lograremos que ellos
sean siempre portadores de verdades y hay que estar muy atentos porque en estos
tiempos y en esta sociedad los medios de comunicación, más o menos dirigidos,
mienten con gran habilidad y si a los mayores nos cuesta distinguir el trigo de
la paja, los pequeños, si bien hoy día más avispados, yo creo que ni tan
siquiera les pasa por la cabeza el chanchullo, el montaje, etc. Lo ha dicho la
tele y punto.
Es cierto que, a veces, cuesta o no sabemos cómo decirles la
verdad, pero como dice el refrán: mas vale ponerse un día rojos que pasarnos la
vida colorados por haber mentido delante de ellos o, sencillamente, a ellos.
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