¡Qué chaparrones de malos "gestores" tiene
que soportar, a veces, los alumnos/as!
Mucho antes de evaluar a un alumno, el maestro/a debe evaluarse a sí mismo para saber exactamente qué nota merece el alumno
Un maestro/a debe sustituir la palabra mal por “puede estar mejor”.
Ante un alumno que no llega a diez, el maestro/a debe “bajar” el diez hasta el alumno.
Ser maestro/a es un tener siempre la mano extendida para facilitar el caminar de los alumnos/as que la necesiten, evitando así que puedan caer.
Un día vi cómo un pajarillo alzaba vuelos desde mis pies. Unas lágrimas rodaron por mis mejillas. Era exactamente mi sueño: preparar a mis alumnos para que pudieran izar vuelos hacia horizontes de libertad.
Por lo general, el maestro/a, en aras de horarios, programas, contenidos, etc. obnubila la globalidad de los alumnos, sometiéndoles, solo, al implacable rasero de evaluaciones y exámenes, forzándoles, así, a una implacable maratón, cuya meta, por razones variopintas, puede ser inalcanzable para muchos, dejándolos, eso sí, marcados para siempre.
El maestro/a jamás debe dejarse llevar por el posible currículum, casi siniestro, a veces, de algunos alumnos, sino que buceando en sus profundidades debe encontrar al ser humano que late perdido sin encontrar camino hacia la superficie.
Para un maestro/a tan valioso debe ser el alumno que tan solo sabe cortar bien un papel como el que mejor estudie, memorice, etc. porque los talentos y habilidades son múltiples y en descubrirlas, valorarlas y encauzarlas reside el éxito o el fracaso.
Un maestro/a debe dilatarse, pero jamás derretirse.
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