Tras cada ocaso, llega el alba
Carta que considero puede ser
para casi todos los que estáis próximos a la jubilación y habéis vivido el
magisterio con vocación y en plenitud como la mejor forma de ahuyentar posibles
dudas que dilaten la decisión o pueda que os confundan y provoquen
interrogantes cuya respuesta es imposible vislumbrar desde el escenario que nos
ha sustentado y dado sentido durante tantos años.
Así que mi dedicatoria especial
para aquellos que estos prestos a solicitar la jubilación.
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Llega, al fin el día, querido
compañero/a de tu jubilación voluntaria, día en el que tanto has pensado y que
tantas vacilaciones te ha sugerido e inquietado. Algo, sin duda tiene de mágico
y maravilloso el mundo de la educación que, para maestros/as como tú, que saben
descubrirlo, causa dolor abandonar.
No obstante, la ventaja que te
llevo en años, me autoriza para hacerte unas consideraciones en este, sin duda,
gran decisión y gran día.
De siempre he considerado el
magisterio como un sacramento que imprime carácter y es por ello que tú
seguirás siendo maestro/a mientras vivas. Allí dónde estés, habrá alumnos a los
que enseñar y maestros de quienes aprender. El mundo, la universal aula que
todos a diario compartimos, te espera. Siempre encontrarás dónde y cómo enseñar
pero sobre todo, y a ello debes dirigir tu atención y tus esfuerzos, siempre
encontrarás dónde y cómo aprender.
Tu mejor carrera está por hacer.
Sí, aquella en la que, calzando sandalias nuevas te revistas de valor para
emprender caminos, proyectos, ignorados todavía por ti pero que, sin duda, la
gran noria de la vida te irá guiando en un descubrir firmamentos donde prender
rutilantes estrellas.
La jubilación no es un punto
final, sino un punto y seguido más de los muchos que componen el mapa de
nuestra existencia. Alégrate, pues, por vivir este día. No hay finiquito par
los buenos maestros/as.
Cítara en mano clama el Rey
Salmista, tras la victoria: Alabad con júbilo a Dios toda la tierra / Alzad los
cánticos, las ovaciones y los salmos...
Maravilloso final para una vida
de luchas, cuya mejor batalla empiezas hoy. Sí, mañana, cuando abras los ojos a
la luz de nuevo día, y tus rutinarios pasos de tantos años, no
encuentren el camino. No obstante, levántate, crea otro, el que sea, pero no te
detengas. No has llegado al final; tan solo has alcanzado una meta. La
palabra FIN tienen que escribirla los que queden, cuando ya nuestra vida
deje de palpitar, pero entre tanto siempre queda mucho, algo por hacer.
Ánimo, pues, adelante y deja de
vacilar. Olvida el ayer y crea el mañana.
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