Abuela, una pregunta para el colé; ¿Cuál es el sentido de la vida?
Un poco desconcertada por tan súbita pregunta le contesté, al fin: verás en
una ocasión pregunta parecida me hicieron los alumnos. Improvisé un ejemplo y
les dije que salieran a la pizarra y
escribiera cada uno para qué creía que servía ir a clase. Las contestaciones, como yo esperaba,
fueron variopintos: para aprender, porque nos obligan los padres, para
entretenernos con tareas, para pasarlo bien con los amigos, etc. Y te estarás
diciendo: ¿y qué tiene que ver esto con mi pregunta? Pues tiene
mucho que ver y vamos a verlo. Todavía puede que no
hayas pensado que una de las más grandes tareas o aventuras que se le presenta
al ser humano es la de encontrar, eso, sentido a la vida. Puede, eso sí, que hayas
oído a algún mayor que esté de bajón, exclamar cosas como esta: ¡la vida no
tiene sentido! Y con eso está queriendo decir que es algo que no sirve, que
no tiene explicación, etc. Parecido, por ejemplo, al poco sentido que tendría
que nos acostáramos con el mando de la tele entre las manos. Pero la vida sí tiene
sentido. Sucede que nos corresponde a cada uno buscarlo de acuerdo con lo
que individualmente somos, creemos, pensamos, etc. y si logramos encontrarlo
será más útil para nosotros y para los demás, nuestro paso por el mundo. Para
mis alumnos, cada una de sus respuestas daba particular sentido el hecho
de ir al colegio. A ninguna se le ocurrió pensar que no tenía explicación
alguna.Es decir, resumiendo
esta primera cuestión: la vida sí tiene
sentido, pero no único, puesto que todos somos diferentes. Luego nos
corresponde a cada uno buscarlo y encontrarlo. Para uno es el dinero,
para otro el poder, para otros viajar, para otros formar una familia, estudiar,
etc. ¿Entiende? Sí, y yo sé cuál es el tuyo. Lo importante, vida mía, es
que busques y encuentres, el que tú quieres, el que… Otra pregunta abuela... Bueno, pero mañana; hoy es tarde. Piensa y seguimos
hablando.
Los niños, los jóvenes se hacen preguntas que son complicadas de contestar, pero, más bien o más mal,tenemos que ayudarle, más que nada, a pensar y no darle las cosas pensadas y creídas por nosotros mismos.
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