8/4/2015
Hace unos días hablaba con mis nietos y les decía: ¡qué
mayores estáis! De la noche a la mañana habéis despertado a la adolescencia y
en este despertar os van creciendo interrogantes y ámbitos nuevos de
comunicación siendo la pandilla tan importante que es como si la llevárais
encima y no pudiérais vivir sin ella. Por mi parte, quiero estar más cerca de
ellos que nunca y quiero que esta cercanía sea positiva para transmitirles lo
mejor que sepa de lo mucho aprendido en ya mi largo caminar.
¿Y de qué quieres hablarnos, abuela, -me decía un día mi
nieto mayor-. De valores -le contesté-. ¡Ah, bueno, del dinero y esas cosas!
-exclamó-. Una triste sonrisa me brotó del alma.
Los valores -le expliqué- no
son cosas que se compran ni se venden, sino convicciones, actitudes, modos,
costumbres, prácticas, creencias que nos sirven a nosotros y sirven a los
demás. Por ejemplo, la educación es un valor porque con educación nos
comportamos correctamente con todo el mundo o lo que es igual, saber estar a la
altura de cada circunstancia sin perder las formas.
Otro muy importante es el
respeto. Hay que saber escuchar las opiniones que no compartamos y respetarlas,
no agrediendo sino aceptando que somos diferentes y que la verdad está repartida
y reconocida según las costumbres, la educación, etc.
Vivimos en una democracia
y eso quiere decir que tenemos que aceptar la opinión de una mayoría o minoría
aunque no estemos de acuerdo con ella.
¡Ah! -exclamó mi nieto-. !No lo sabía!
Creo que los padres y los maestros olvidamos, sobre todo, de dar ejemplo de
valores tan básicos como estos. Y los alumnos, los hijos se nos van de las
manos sin haber aprendido a escuchar, a respetar, a comportarse, etc. Nos
quejamos los mayores de esta juventud, pero, ¿acaso no son copias nuestras?
¿Acaso los ejemplos que ven en medios de comunicación se parecen en algo a
estos valores?
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