lunes, 25 de mayo de 2015

Una anécdota sin importancia


Amigos y compañeros: siempre la expresión oral, el aprender a hablar en público, como ya he repetido en más de una ocasión, ha sido para mi objetivo a  valorar muy encarecidamente en la competencia del Lenguaje.
En una ocasión llegó a mi  curso de cuarto de primaria un alumno  solitario y silencioso. Era muy difícil lograr que  hablara dos palabras seguidas. No obstante, los  compañeros lo  querían y distinguían por la generosidad y ayuda que prestaba a todos, tanto en su material  escolar, como en hacer tareas –era trabajador e inteligente.
Un día me propuse   averiguar porque le costaba tanto hablar, Para tal fin, les repartí a todos periódicos y revistas para que eligieran y recortaran la imagen que más le gustara y escribieran el por qué  de su elección. Aquel niño  eligió la imagen de un político hablando con un micro en la mano. Escribió: porque con un micro se puede hablar mejor. 
No dije nada pero  logré llevar un micro al aula y organizar una actividad para que todos los alumnos hablaran por él, aunque tan solo fueran unas palabras de saludo.  Cuando le tocó a él –mi expectación era máxima-, con voz clara y alta dijo: me llamo Antonio y me gusta venir a esta clase porque es muy guay. Los compañeros lo aplaudieron, y yo casi me eché a llorar porque, a partir de aquel día,  y repitiendo la actividad de vez en cuando, logré que aquel alumno hablara con todos y de todo.

Mi querido Antonio, hoy, trabaja como comercial de una gran empresa.
Creo que el maestro no solo es un transmisor de conocimientos sino sobre todo un estratega del cuero y alma de sus alumnos.

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