Amigos que tan generosamente leéis y comentáis mis sencillas cosas, hoy, en esta carta que dedico a mi nieto, una vez más, me revelo contra sistemas de enseñanza que tan solo son aparentes cambios, pero que pasan los años, la vida, pasamos todos y todo se mueve hacia valores del progreso; la escuela, la educación, sigue inamovible.
DIARIO
CÓRDOBA/OPINIÓN
10/09/2015
A mi nieto Gabriel
Difícil,
pequeño mío, expresar en estas breves líneas tan profundos y variados
sentimientos como los que me violentan cuando te veo preparando tu primer día
de clase en un instituto. Sí, ¡claro que he llorado!, pero de rabia, de
impotencia y hasta de miedo, porque, ¿dónde vas con tus doce años recién
cumplidos, cargado, que caminarás encorvado, con unas mochila sobre tus débiles
espaldas que pesa más que tú? ¿Dónde vas, camino de un instituto que te viene
demasiado grande para tus pocos años? ¡Si fue ayer cuando grabábamos tus
primeros balbuceos, cuando te llevábamos de la mano al paseo, cuando con tu
precoz intuición protagonizaste anécdotas que jamás he olvidado!
Rabia e
impotencia y no porque hayas crecido, sino porque, nervioso, aturdido y
reflexivo irás y vendrás entre tu grupo de compañeros y amigos, tan nerviosos y
aturdidos como tú, a un escenario cuya pasarela no debería ser todavía tu
destino porque, a pesar de tus rabietas, tus aparentes precocidades de
adolescente, no eres más que un niño que, abrumado por tantas
responsabilidades, vas perdiendo tu espontaneidad y perenne sonrisa.
Rabia e
impotencia, sí, porque no somos capaces de inventar una enseñanza más acorde
con tus gustos, tu edad, una enseñanza más creativa e ilusionante y porque no
somos capaces de crear un mundo mejor donde te sientas seguro y puedas crecer
siendo tú sin tener que ceder jamás ante el miedo o la intimidación por parte
de los "gigantes" que acecharán tu bondad e ingenuidad para hacerte
su presa.
Con todo a punto para tu asistencia a ese centro, quiero decirte
algo: la vida es para todos una gran aventura, y tú has comenzado ya a
protagonizar la tuya. Demasiado pronto, sí, pero trata de rotular a tu manera
dos palabras que no dejen en blanco ni una sola página de tu existencia:
ilusión y amor.
¡Venga, mi niño, y adelante! ¡Que no te asusten ese mar al que
miras y hacia el que caminas! Como las gaviotas que veíamos este verano, no te
ahogarás en la tempestad, porque, por altas que sean las olas, tú también
tienes "alas" y podrás remontarlas siempre.
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