domingo, 13 de septiembre de 2015

Un alumno "piloto"

 Si un alumno no va a nosotros, debemos ser nosotros los que vayamos a él

Hoy lunes, una historia más de mi obra “Educar desde la Experiencia”, editada por Almuzara


Si un alumno no va a nosotros, debemos ser nosotros los que vayamos a él.

Hoy lunes, una historia más de mi obra “Educar desde la Experiencia”, editada por Almuzara
Era un chaval  de características físicas  muy especiales: alto, delgado, de pelo muy rubio y rizado y un aire de indiferencia tal que parecía un consumado despistado. La maestra que me había precedido, me advirtió en estos términos: Al “prenda” sólo le gusta hacer aviones de papel. Dice, el muy chalado, que va a ser piloto.  
Los primeros días lo dejé cómo si no viera que sólo se dedicaba a hacer aviones y echarlos a volar por las mesas de los compañeros. Pero, al fin, decidí hablar con él: ¿Por qué no estudias algo? - le pregunté - Está bien que te gusten los aviones, pero  hay tiempo para todo. Tienes que aprender algunas cosas... Es que yo voy a ser piloto, y es que los libros son un mogollón de letras 
Aquella palabras me llevaron a comprender algo que no era nuevo para mí: efectivamente los libros de texto, era, son  casi un imposible para un alumno de tales características.
Un día se me ocurrió pactar algo con él. Le dije:  Si quieres hacemos un trato. Puedes hacer todos los aviones que quieras, pero con una sola condición: los tienes que enviar  a mi mesa y en ellos me tienes que escribir  mensajes, preguntas... lo que quieras, y  yo te contestaré, devolviéndotelos. La cara se le iluminó de felicidad. Exclamó: ¡Bien! ¡Qué chulo!
Y a partir de aquel día, los aviones llegaban incesantemente a mi mesa con mensajes sencillos de mala letra, peor ortografía y como tema casi exclusivo, al principio, los chivateos propios  del alumno que no sabe qué escribir:
Yo, como si no leyera sus mensajes, le provocaba otros. Por ejemplo: No sé cómo vuelan  los aviones. ¿Lo sabes tú? Es una cosa curiosa que me gustaría conocer.
Y le devolvía el avión. Él me contestaba: No lo sé pero vuelan como los pájaros. A lo mejor mi padre lo sabe.
Los demás alumnos, al principio, reían al ver cómo el avión iba y venía, pero después de acostumbraron y todo el mundo trabaja con total naturalidad. Poco a poco se fue motivando y superando en un intento constante de contarme cosas sobre  los aviones, cosas que entre su padre y él investigaban y que lo  implicaban en  estudio, lectura, escritura...
En definitiva, poco a poco, se fue integrando, pero durante un tiempo me serví de los aviones para que por fin hiciera algo de Matemáticas, Sociales, etc. Un problema, por ejemplo, se lo enunciaba así:
Si un avión corre a 300 kilómetros por hora, ¿cuánto tardará de Córdoba a Madrid, si la distancia en kilómetros es de 400 Km. ? Sobre Sociales: Si tú fueras en ese avión y pudieras asomarte por una ventanilla, ¿qué verías como más destacado?
En fin, la estrategia funcionó.  
Y es que no fracasan los alumnos, fracasamos los maestros cuando  nos empeñamos en usar para todos la misma vara de medir.



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