Hoy lunes, una historia más de mi obra
“Educar desde la Experiencia”, editada por Almuzara
Si un alumno no va a
nosotros, debemos ser nosotros los que vayamos a él.
Hoy lunes, una historia
más de mi obra “Educar desde la Experiencia”, editada por Almuzara
Era
un chaval de características
físicas muy especiales: alto, delgado,
de pelo muy rubio y rizado y un aire de indiferencia tal que parecía un
consumado despistado. La maestra que me había precedido, me advirtió en estos
términos: Al “prenda” sólo le gusta hacer aviones de papel. Dice, el muy
chalado, que va a ser piloto.
Los
primeros días lo dejé cómo si no viera que sólo se dedicaba a hacer aviones y
echarlos a volar por las mesas de los compañeros. Pero, al fin, decidí hablar
con él: ¿Por qué no estudias algo? - le pregunté - Está bien que
te gusten los aviones, pero hay tiempo
para todo. Tienes que aprender algunas cosas... Es que yo voy a ser piloto, y
es que los libros son un mogollón de letras
Aquella
palabras me llevaron a comprender algo que no era nuevo para mí: efectivamente
los libros de texto, era, son casi un
imposible para un alumno de tales características.
Un
día se me ocurrió pactar algo con él. Le dije:
Si quieres hacemos un trato. Puedes hacer todos los aviones que
quieras, pero con una sola condición: los tienes que enviar a mi mesa y en ellos me tienes que
escribir mensajes, preguntas... lo que
quieras, y yo te contestaré,
devolviéndotelos. La cara se le iluminó de felicidad. Exclamó: ¡Bien!
¡Qué chulo!
Y
a partir de aquel día, los aviones llegaban incesantemente a mi mesa con
mensajes sencillos de mala letra, peor ortografía y como tema casi exclusivo,
al principio, los chivateos propios del
alumno que no sabe qué escribir:
Yo,
como si no leyera sus mensajes, le provocaba otros. Por ejemplo: No sé
cómo vuelan los aviones. ¿Lo sabes tú?
Es una cosa curiosa que me gustaría conocer.
Y
le devolvía el avión. Él me contestaba: No lo sé pero vuelan como los
pájaros. A lo mejor mi padre lo sabe.
Los
demás alumnos, al principio, reían al ver cómo el avión iba y venía, pero
después de acostumbraron y todo el mundo trabaja con total naturalidad. Poco a
poco se fue motivando y superando en un intento constante de contarme cosas
sobre los aviones, cosas que entre su
padre y él investigaban y que lo
implicaban en estudio, lectura,
escritura...
En definitiva, poco a poco, se fue integrando, pero durante
un tiempo me serví de los aviones para que por fin hiciera algo de Matemáticas,
Sociales, etc. Un problema, por ejemplo, se lo enunciaba así:
Si un avión corre a
300 kilómetros por hora, ¿cuánto tardará de Córdoba a Madrid, si la distancia
en kilómetros es de 400 Km. ? Sobre Sociales: Si tú fueras en ese avión y pudieras asomarte por una
ventanilla, ¿qué verías como más destacado?
En fin, la estrategia funcionó.
Y es que no fracasan los alumnos, fracasamos los maestros cuando nos empeñamos en usar para todos la misma vara de medir.
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