En mis diarias incursiones a Internet, siempre a la búsqueda de
actualidad, sobre todo en temas educativos, he releído en estos días artículos
coincidentes totalmente con mi concepto, casi ancestral, de lo que debe ser la
escuela y que deseo resumir de forma sencilla y de cara a la práctica diaria
del quehacer en las aulas.
La escuela competitiva debe dejar paso a una comunidad de trabajo. La
escuela no sólo debe preparar a los que
un día serán profesionales eficaces, sino también contribuir al progreso
social, a una convivencia democrática y a una sociedad más justa. Conviene
subrayar que procura mantener un equilibrio entre individuo y sociedad. Lo que
importa es la acción y sus resultados. La
experiencia es un concepto clave para
Dewwey, en ella se unen la teoría y la práctica, el concepto y la
realización. Todos deben aprender a trabajar con sus manos. Luego el mejor método de aprendizaje es aprender haciendo.
Efectivamente, la
escuela no puede estar concebida para
los "talentos" privilegiados, sino para que cada individuo encuentre
en ella su propio camino, su realización como persona y su inserción total y
exitosa en la sociedad.
Nada nuevo esta realidad, muchas veces y, desde distintas vertientes,
comentada en numerosos artículos a través de los años. No obstante pueden
resultarnos lejanas estas teorías pertenecientes a la Sociología de la
educación y a la que deberíamos prestar gran atención ya que en ellas radica
sustancialmente el éxito o fracaso de nuestro trabajo y, sobre todo, la
proyección hacia el futuro que vislumbremos
para nuestros alumnos.
De ahí que sea preciso impulsar proyectos que contribuyan a convertir la escuela en el
eje dinamizador de la actividad comunitaria.
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