domingo, 2 de abril de 2017

REFLEVIONES PEDAGÓGICAS


Importante y trascendente tarea la del educador, hombre nuevo, capaz  de entender que el ayer se finiquitó, se canceló, y resulta  conveniente conservar y transmitir lo mejor que hubo en él pero  jamás debe tratar de repetirlo.

No, no estamos ante una generación perdida; estamos, y es una realidad palpable, ante una filosofía nueva que, en mayor o menor grado, profesamos todos, si bien son los jóvenes quienes, en la plenitud de sus años, la asumen  y radicalizan sin pudor.

Los educadores en general, y por supuesto los padres, tenemos la obligación y responsabilidad de conocer, sin frivolizar, sin anatematizar, sin dramatizar los auténticos problemas que plantean hijos y alumnos, a fin de romper viejos esquemas y reconducir valores de siempre por métodos nuevos, al tiempo que tratar de vincularlos con los emergentes, atributos que caracterizan al chico, al joven de hoy, hijo de esta nueva modernidad.

La educación es comunicación, es diálogo, en la medida en que no es la transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores, que buscan la significación de los significados. 


 Hay que tener capacidad para callar y escuchar las razones del otro porque de lo contrario tan sólo serán como ruido que se oye sin saber ni tan siquiera de dónde procede


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