Importante
y trascendente tarea la del educador, hombre nuevo, capaz de entender que el ayer se finiquitó, se
canceló, y resulta conveniente conservar
y transmitir lo mejor que hubo en él pero
jamás debe tratar de repetirlo.
No, no
estamos ante una generación perdida; estamos, y es una realidad palpable, ante
una filosofía nueva que, en mayor o menor grado, profesamos todos, si bien son
los jóvenes quienes, en la plenitud de sus años, la asumen y radicalizan sin pudor.
Los educadores en general, y por
supuesto los padres, tenemos la obligación y responsabilidad de conocer, sin
frivolizar, sin anatematizar, sin dramatizar los auténticos problemas que
plantean hijos y alumnos, a fin de romper viejos esquemas y reconducir valores
de siempre por métodos nuevos, al tiempo que tratar de vincularlos con los
emergentes, atributos que caracterizan al chico, al joven de hoy, hijo de esta
nueva modernidad.
La
educación es comunicación, es diálogo, en la medida en que no es la
transferencia del saber, sino un encuentro de sujetos interlocutores, que
buscan la significación de los significados.
Hay
que tener capacidad para callar y escuchar las razones del otro porque de lo
contrario tan sólo serán como ruido que se oye sin saber ni tan siquiera de
dónde procede
No hay comentarios:
Publicar un comentario