jueves, 12 de enero de 2012

Ortografía y Creatividad



Para mí que los muchos tratados sobre ortografía que circulan por nuestras aulas, para poco o nada sirven, por muy actualizados y prácticos que los encontremos. El tema de las faltas de ortografía habría que enfocarlo, desde mi punto de vista, como de una reflexión que hay que promover constantemente en los alumnos/as tan pocos dados a considerar como valor la calidad ortográfica de sus escritos.

Por otra parte, los dictados, fichas, etc. crean de antemano una especie de situación, ante la cual los alumnos/as se predisponen en el sentido de una especie de conciencia ortográfica bien distinta, en resultados, a la que suelen presentar en otros niveles de escritura, sobre todo en las redacciones libres.

Y, casi impotentes, asistimos al diario corregir de ese intrincado laberinto de faltas que no logramos erradicar, aún en el caso de haber escrito cientos de veces determinadas palabras de uso cotidiano.

¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué esa reiterada manía de escribir mal, palabras que han sido objeto de actividades y correcciones múltiples? Es totalmente cierta esa norma que todos hemos aprendido y aplicado: que los alumnos/as no vean las palabras mal escrita ortográficamente. Y, al igual que ésta, otras muchas que, al pie de la letra, rigurosamente, y con tesón, aplicamos a diario: repetir las faltas; componer frases con ellas, etc.

LA ORTOGRAFÍA COMO VALOR
Para mí que los muchos tratados sobre ortografía que circulan por nuestras aulas, para poco o nada sirven, por muy actualizados y prácticos que los encontremos. El tema de las faltas de ortografía habría que enfocarlo, desde mi punto de vista, como de una reflexión que hay que promover constantemente en los alumnos/as tan pocos dados a considerar como valor la calidad ortográfica de sus escritos.

Por otra parte, los dictados, fichas, etc, crean de antemano una especie de situación, ante la cual los alumnos/as se predisponen en el sentido de una especie de conciencia ortográfica bien distinta, en resultados, a la que suelen presentar en otros niveles de escritura, sobre todo en las redacciones libres.

Y, casi impotentes, asistimos al diario corregir de ese intrincado laberinto de faltas que no logramos erradicar, aún en el caso de haber escrito cientos de veces determinadas palabras de uso cotidiano.

¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué esa reiterada manía de escribir mal, palabras que han sido objeto de actividades y correcciones múltiples? Es totalmente cierta esa norma que todos hemos aprendido y aplicado: que los alumnos/as no vean las palabras mal escrita ortográficamente. Y, al igual que ésta, otras muchas que, al pie de la letra, rigurosamente, y con tesón, aplicamos a diario: repetir las faltas; componer frases con ellas, etc.

Pero es el caso que los alumnos/as pasan de curso, de nivel y hasta allegan a la universidad, escribiendo con faltas de ortografía, con elementales faltas de las que nadie se explica y que se tornan reproches, responsabilidades de unos maestros para con otros.

Por ello, creo que, en primer lugar, la ortografía hay que elevarla a la categoría de un gran valor. Es decir, claro, muy claro debe ser para el maestro/a, primero, y para los alumnos/as, consecuentemente, que el uso correcto del lenguaje escrito es una consecuencia del uso correcto del lenguaje hablado y que, tanto uno como otro diferencian a la persona culta e instruida de la que no lo es, amen de que una buena ortografía embellece e "ilustra" los escritos ante los ojos de sus destinatarios.

Un valor que deben tener presente cada vez que se dispongan a escribir, para lo cual, bien en su memoria, bien con la ayuda del diccionario, "archivarán" las palabras de dificultad ortográfica para visualizarlas a la hora de escribirlas, siendo conscientes en cada momento de que la ortografía debe estar presente en cada palabra, en cada sílaba, en cada letra.

Es por ello que siempre eme he servido de estrategias creativas que me han dado excelentes resultados y que están recogidas en mi obra, editada por Narcea SA de Ediciones, titulada; Ideas Prácticas para un Currículum Creativo.

Voy a tratar de ir resumiendo cada semana alguna de estas estrategias, basadas, esencialmente, en lo que, desde mi punto de vista, es la primera regla o el primer objetivo: QUE LOS ALUMNOS “VEAN” LAS PALABRAS

ESTRATEGIA Nº 1: ESCRIBIR EN NEGRITA

Una estrategia muy divertida por cierto, y con el objetivo de lograr reflexión sobre las palabras, consiste, simplemente, en proponerles que cada palabra que conlleve dificultad ortográfica, y que hayan escrito conscientes de ella, o lo que es igual, dudando de ella, la escriban en negrita, en rojita o de cualquier otro color que la resalte, lo que equivale a destacarla de alguna manera.

En mi experiencia, sobre todo en niveles de tercero, cuarto y hasta quinto, los alumnos/as se estimulan mucho, de forma que sus escritos resulten llenos de "colorines" y, lo que es más importante, sin faltas de ortografía, ya que, al tener que reparar en ellas, es fácil que las recuerden de otras actividades.

Alguna que otra vez, puedes seleccionar los trabajos que resulten más significativos, desde el punto de vista ortográfico y ampliar la actividad, siempre buscando refuerzo a lo aprendido, proponiéndoles lo siguiente: que piensen, una vez escritas en la pizarra las palabras elegidas, en qué lugar las colocarían. Por ejemplo, si la palabra es reloj, podrán decir: en una pared de mi casa, en mi muñeca, en la clase, etc. Si la palabra es beber, dirán qué clases de bebidas les apetecen en momentos determinados, si es la palabra iba, tan dada a confusiones, que expresen sus deseos de ia algún lugar determinado, etc.

Todo lo que se nos ocurra en el sentido de hacerles reflexionar sobre las palabras será, sin duda, una excelente estrategia, aunque aparentemente resulte más un juego que un aprendizaje.

Desde mi punto de vista, en educación, en la enseñanza no hay "cosas" buenas y "cosas" malas, difíciles o sencillas, hay, y eso es lo que debería importar, un buen uso, un enfoque creativo y lúdico de todo lo que el maestro/a toca e interesa a los alumnos/as, o la rutina de conformarnos con transmitir conocimientos sin más transcendencia que los resultados de unas "malas" e incompletas evaluaciones.

martes, 10 de enero de 2012

Donde nacen los sueños


Hace unos días, y con su mijita de gracia, me decía textualmente una compañera: Que no, Isabel, que no tengo ilusión por volver a clase. Que los maestros somos siempre, y para todo, la percha de las guantás , y no hay derecho a soportar y callar todo lo que nos echen. ¡Que no, que ya no hay ilusión que valga! Y añadía: Y ahora vas y lo escribes, que te conozco.

Pues, sí, ahora, vísperas ya de regresar a las aulas, voy y lo escribo y parafraseando a Gabriela Mistral, yo diría: En la vida hay muchas cosas que pueden esperar, pero no el niño. Para el niño, mañana significa ilusión o nada. La mejor palabra que comprende es hoy, ya, ahora. De ahí que, tanto maestros como padres, tengamos el ineludible deber de hacerles caer en la cuenta de que el futuro no es algo a lo que se llega sin remedio, sino algo que se construye desde el presente, con voluntad decidida de cambio, con capacidad de adaptación a insospechadas situaciones, y lo que es más importante, con capacidad para inventarlas. Entiendo que en los tiempos actuales queda un mínimo espacio para la ilusión pero a mi memoria afloran recuerdos de años peores, cuando, solo y exclusivamente, una gota de ilusión era motor que nos hacía dar el siguiente paso cada día porque bastaba, y basta, mirar a los ojos de un niño/a, donde nacen los sueños, para entender que no hay guantás que puedan arrancarnos la responsabilidad, la vocación.

Un niño exclamó un día: ¡A lo mejor estamos ahora creando el octavo día! Sí, exactamente, se trata de eso: ¡Crear un nuevo día!, y crearlo con luz, con sol, con tierra, con agua, con ilusión porque, si el tiempo se detiene, la escuela enmudece ante el porvenir. Una ilusión eterna, o que por lo menos renazca en el alma de vez en cuando, no solo está muy cerca de la realidad, sino que sin esa realidad no se puede vivir.

Una pizca de amor a los niños y la ilusión renacerá.