martes, 31 de enero de 2017

Parte de Lesiones


DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
Siempre he recordado, y más en estos tiempos, y me resulta incomprensible, la anécdota de mi infancia en la que por tímida, silenciosa y buena, era víctima de un grupo de niños que, al salir del colegio, me acechaban por las esquinas y se me abalanzaban en divertido trance para ellos, y tal horror para mí que apenas salía de casa. Jamás dije una palabra a mis padres ni a nadie, pero lo pasaba tan mal que, a veces, llegaba vomitando.
Bueno, pues aquello,  tan recordado como cosas de la infancia, ha pasado inconscientemente a ser considerado por mí como auténtico acoso, con lesiones de pellizcos, tirones de pelo, patadas, etc.
Y me viene esto al caso de que un día y otro oímos, vemos madres que con partes de lesiones acuden a los centros escolares a pedir explicaciones y sobre todo responsabilidades e indemnizaciones. Por supuesto que en alguna ocasión, por desgracia, la sangre ha llegado al río, pero creo que obedece a una tipología de niños, tanto agresores como agredidos, que los padres deben conocer, vigilar... por supuesto también los maestros, y así prevenir y evitar posibles consecuencias.
Lo normal es que los niños corran, se caigan, se peleen y a veces se hagan daño. ¿A quién se denuncia cuando dos hermanos se dan bocados, se pegan, tiran de los pelos, se caen, se hacen chimbombos, cardenales, etc.? Y eso ocurre, a diario, delante de nosotros, en nuestra casa.

¡Claro que tanto padres como maestros tenemos que estar atentos!, pero no podemos evitar el roce normal que se produce en el proceso de socialización. Las relaciones humanas son siempre conflictivas y la superación pacífica de estas situaciones hay que propiciarla precisamente creando ámbitos de convivencia, justicia y libertad, y no amenazando a maestros y centros escolares con partes de lesiones. La educación es otra cosa que entorpecemos a veces, con infantilismos que no van a ninguna parte.

sábado, 21 de enero de 2017

Esto era una vez una escuela


Esto era una vez una escuela y más de cuarenta alumnas, tratando de hacer gimnasia en suelo  terrizo y empedrado. Detrás lo que llamábamos aula.
Buenos días, amigos y compañeros: esta madrugada, siguiendo con la nueva versión que hago de Memorias de una Maestra, me he detenido en unos párrafos que transcribo, ante todo y para que sirva  de ánimo al magisterio al que  di mi vida y al que sigo amando por encima de todo. Que tengáis un feliz domingo.
    POCO me han importado siempre las críticas de compañeros y compañeras; mi escuela rompía moldes, y yo era consciente de ello, pero una especie de intuición me guiaba hacia aquellas actividades que -ahora lo sé-  desarrollaban el pensamiento divergente de forma que hubiera posibilidad de que todos los talentos se manifestaran y pudieran encontrar su propio cauce. Jamás he querido hacer de mis alumnos/as una prolongación mía. Sus raíces -yo lo sabía- estaban allí, pero sus ramas...  Sus ramas deberían crecer de cara al futuro, y en él yo quedaría relegada al vientecillo fresco, a la gota de agua, al amor primero que les ayudó a crecer.
No teníamos, como vivienda, nada más que una pequeña habitación alquilada con derecho a cocina, derecho bien vigilado  por el dueño de aquella casona, por si usaba algo que no fuera de mi propiedad. No teníamos baño, ni agua caliente ni nada. Mis dos hijos pequeñitos no salían de la habitación nada más que para acompañarme a la escuela que era una micro- escuela donde apena si se podía respirar, pero se daba la paradoja de sentirme feliz entre mis muchas alumnas para las que organicé, en horas extras, un taller al que las alumnas accedían voluntariamente y en el que podían  optar por varias actividades: cuidar un pequeño jardín, escribir en cuadernos grandes en los que, por sugerencia mía, había libertad para expresar toda clase de opiniones, reclamaciones, etc. También se sugerían actividades  de dibujo, pintura, costura, etc.
Hoy, al leer y transcribir, me emociona el gran salto que en Andalucía ha dado la  educación, los maestros… Es cierto que hay muchos problemas, pero, al menos, el magisterio tiene dignidad, piso, coche y grandes Centros escolares en los que  faltan cosas, muchas, pero yo solo tuve un sueño…
Sí, tuve, tengo un sueño: que la educación en Andalucía, tierra que tanto amo y por la que ha transcurrido mi vida, sea escenario de hombre y mujeres libres, capacitados, responsables, cultos, con gran energía interior capaces de plantearse un proyecto de vida y llevarlo acabo a pesar de los obstáculos y de las dificultades.
Sí, yo  sigo teniendo un sueño  que se llama esperanza, y como el poeta  digo:  
 No se mantiene absolutamente nada  sino por la infanta esperanza,
porque por ella todo siempre empieza de nuevo.
la esperanza siempre promete y garantiza todo,
asegura el mañana para hoy,
y el hoy para mañana. 
y la vida para la vida

y hasta la eternidad para el tiempo. 

martes, 17 de enero de 2017

La tarea del maestro

 Compañeros y amigos: hoy de nuevo tenemos prensa en tema que  cada  vez me preocupa más porque mi concepto de educación va cambiando con los años, si bien algo permanece inamovible: educar en libertad y creatividad. En el tema de hoy quiero recordar a todos la gran tarea del maestro y, por supuesto de los padres al respecto.

DIARIO CÓRDONA / EDUCACIÓN
Resulta agradable escuchar, y no es muy frecuente, en boca de los políticos prioridades en temas tan necesarios y básicos en nuestra sociedad como Educación y Cultura. Y es que si siempre educar fue una tarea trascendente y ardua, basada ante todo en la instrucción, hoy todo es diferente de cara a una sociedad rica y cambiante. De ahí que educar en estos tiempos sea todo un reto que conlleve una visión globalizadora, creativa y libre tanto del mundo como del individuo.
De gran actualidad me parece esta frase: la educación es la respuesta más grande y plena que pueda darse al hombre, sobre todo en tiempos tan dramáticos como los que atravesamos. Y no sólo porque el futuro dependa de los niños y jóvenes sino sobre todo, porque la tarea del educador, la educación, implica el riesgo de la libertad, que, como pétalos de una rosa,  primero   aflora y después se desvela cada vez más como condición de  la existencia humana y la dignidad de cada ser que hay que respetar, dignificar y encauzar.
Cada niño es un nuevo inicio, es toda la historia de la humanidad que vuelve a empezar. La educación es un descubrimiento continuo de puntos consistentes que permiten afrontar la vida con una esperanza cierta. Educar es introducir en la realidad el significado de las cosas, aun cuando parezcan no tenerlo, significado que no puede ser prolongación del personal sino el que objetivamente se considere como tal.  Educar es decir a los jóvenes que el absurdo no es la definición última de la existencia, que la vida es algo más que una fábula contada por un idiota.

Nada más terminar la 2ª Guerra Mundial, el padre Lyonnet escribía: «Inclinarse sobre el alma de un niño, que podrá ser un santo, o que quizás será infiel a la gracia de Dios, es mucho más apasionante e importante que saber a dónde nos conducirán los conflictos porque de hecho, el destino del mundo está, en última instancia, en las manos de este niño». 
Ánimo compañeros, que nada ni nadie oscurezca la trascendente tarea de educar.