miércoles, 22 de junio de 2016

Conocer a los alumnos


Conocer a los alumnos es  sentirlos muy cerca, atenderlos,
  y amarlos porque el futuro de los niños es hoy. No lo dejemos pasar

Quiero seguir hoy con el tema de la educación porque son tantas y tantas las cosas que habría que debatir, aprender, conocer, en definitiva: la gran trascendencia del tema, prioridad que debería ser para padres y maestros. 
Hay algo  que a cada paso me recuerda comentarios de madres que  con motivo de las recientes evaluaciones, se pronuncian con opiniones tan variopintas e incluso disparatadas desde el punto de vista pedagógico y psicológico, tales como las comparaciones con hermanos, las amenazas, los premios o los castigos, etc. tema complejo y amplio, pero es evidente el desconocimiento que se tiene acerca de cuál puede ser el motivo por el que un niño saque, por ejemplo, malas notas, se porte mal, etc. De ahí que, en mi larga vida de presencia en las aulas y cuando un alumno,  rayando, incluso, un índice superior de inteligencia, no estudiaba, sacaba malas notas, me preocupaba por conocerlo al máximo para ver de entender la causa. 
En una ocasión, me llegó un alumno de quinto de EGB que la madre entró al aula de un medio empujón exclamando: a ver, maestra que hace con este traste que no estudia porque no le da la gana.
Bueno, lo acogí como a todos con cariño, pero, a partir de aquel momento me preocupó conocer la causa, si la había, que justificaran las palabras de la madre que nunca se pueden justificar, pero era evidente que repetía curso con pésimas calificaciones e informes. A los dos días, de observar cómo ni abría los libros, cogí unos catálogos de  los que dejan en  los buzones como propaganda: toma  -le dije-, míralos despacio y dime qué te gustaría tener de todas estas cosas.
Los miró uno por uno y levantando la mano  dijo: ya lo sé, maestra. Mi sorpresa no pudo ser mayor, porque, cuando yo esperaba que hubiera elegido juguetes, chucherías, cosas propias de niños, me encontré que de tantas cosas, lo que deseaba era un dormitorio. Sorprendida le pregunté: ¿y un dormitorio por qué? Porque tengo tres hermanos pequeños que duermen conmigo y no me dejan estudiar. Me cogen los libros,   me los esconden, se pelean, gritan… Yo quiero un dormitorio para mí solo y que me dejen tranquilo…
Fue difícil, pero, al fin, tuvo su dormitorio y todo cambio de forma radical.

No anatemicemos, no  califiquemos, no definamos a un niño, sin previamente preocuparnos de conocerlo.

martes, 21 de junio de 2016

La lectura no es tema de tareas

DIARIO CÓRDOBA/ EDUCACIÓN

Te han robado el corazón,los muchachos de la escuela, ellos pasan tú te quedas, tú me enseñaste a volar.

Hoy, veintidós de julio, un año más cerramos, cierro mis colaboraciones en este suplemento con la satisfacción de haber contribuido en algo a la educación, tema que nació conmigo y conmigo seguirá el resto de mi vida.
Vacaciones, pues, para nuestros niños en tiempos en los que el tema de las tareas es cuestión muy debatida por profesores y padres. 
Mi opinión está en línea con pensar qué pretenden unos y otros. ¿Imponer tareas que obliguen a los niños a pasar horas cada día en la cotidianidad escolar? Mi más rotundo no. Son muchos los maestros que exclaman: ¡no les pongo más tarea que lectura! La lectura no puede ser jamás una tarea, porque a ella se debe acceder voluntariamente y como placer. Hay quién opina que las tareas son un medio de conservar hábitos y no olvidar lo aprendido, algo que me parece un disparate, porque lo aprendido, cuando ha calado, es como si se depositara en un pozo y aflorara en el momento oportuno y, con respecto a los hábitos, más de lo mismo, porque, entre otras razones, los niños difícilmente tienen adquirido el hábito de hacer tareas o cualquier actividad relacionada con sus clases, que la mayoría consideran aburridas y rutinarias. Se puede llegar a tener hábito de algo cuando nos gusta, porque el placer nos llevará a adquirir el hábito. ¿Qué hacer, pues, en vacaciones? Es turno de padres y deben ser ellos los que compartan lecturas, conversaciones, paseos, cine… Un buen padre – Rousseau- vale por cien maestros. Desde esta columna, he repetido que lo mejor que, personalmente pueda tener, me lo enseñó mi padre.
Menos pensar, pues, en tareas y más compartir días, tal vez, de ocio y de aprendizaje lúdico y creativo. Días de esa necesaria felicidad que precisan los niños para crecer y aprender. No los sometamos a rigores que para nosotros no quisiéramos. Si tienen que recuperar, recuperemos con ellos, si tienen que leer, leamos con ellos… En definitiva, vivamos con ellos y aprenderán y serán felices.

jueves, 16 de junio de 2016

Experiencias pedagógicas

Se aproximan las vacaciones de los niños. Es frecuente que entre otras tareas lleven por recomendación o imposición de  sus maestros, la lectura de determinados  títulos  de obras. Hay mucho que decir sobre el tema de las tareas,  en general y de la lectura en particular. Hoy tan solo os adelanto una experiencia pedagógica y una frase que “acuñé” desde mi primer día de clase: la lectura nunca puede ser tarea; la lectura debe ser, ante todo, un placer.
 
  
En una ocasión me lleco al aula un paquete de libros  para lectura de alumnos de cuarto nivel. Nada más ver el título y leer las primeras líneas comprendí que para nada podía pedir a los alumnos que los leyeran: temas, palabras, renglones, tipo de letra, lustraciones etc. etc. que hasta para mí venían a ser como un paisaje de  agua negra y estancada en una pequeña laguna.
No obstante, estaba previsto, como objetivo, una especie de evaluación acerca  del contenido. Y se me ocurrió una estrategia: dejar encima de mi mesa, unos cuantos de aquellos libros y, de vez en cuando, coger uno y mientras ellos trabajaban, pasear   la clase leyendo   y hojeando.
De ahí que ellos, que siempre observan lo que hacen sus maestros, cuando se acercaban a la mesa, intentaban coger alguno. Inmediatamente, les decía: no, no puedes cogerlo. Cada vez los intentos eran más y mucho más el interés que por ellos empezaban a mostrar: ¿de qué tratan, maestra? ¿Los podemos coger? ¿Los podemos leer? ¿Cuántos han mandado? ¿Para quién son? Etc.
Una mañana, nada más entrar a clase, les dije:  bueno, hoy, el que quiera, puede coger un libro, pero con la condición de llevarlo a casa para  leerlo y  dentro de unos días traer un resumen escrito.
¿A qué os imagináis qué paso? Pues, si, eso, se abalanzaron a los libros y hasta hubo alguno que pregunto si podía llevarse dos, como si de un caramelo se tratara y, efectivamente, a la semana, cuando les pedí las conclusiones, todos las llevaban escritas, aunque todavía no entiendo cómo pudieron leer libros que  nada y tenían que ver con sus gustos, intereses y, sobre todo, con su nivel de conocimientos.
De ahí, padres y maestros que entendamos que nada aviva más el deseo que la prohibición

  

martes, 7 de junio de 2016

Mirando al sistema Filandés

 DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN Isabel Agüera

Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender.
Arturo Graf   Escritor y poeta italiano.
Siempre he pensado que lo que tiene que aprender un niño cabe y sobra en la palma de la mano y con ello he querido referirme, a tres cosas primordiales, desde mi punto de vista: ser feliz, educarse y adquirir conocimientos. También mi insistencia ha ido en línea con esa mirada que hacemos al Sistema Finlandés, porque, ¿qué hace un niño desde los tres años en una escuela y desde las nueve de la mañana? ¿Qué hace un niño de un año más, cargado de libros y de tareas, más clases extras de inglés, deporte, baile? ¿Cómo evaluar y examinar a niños que tienen edad de jugar y ser felices? ¿Y dónde van alumnos de doce años a un instituto que les sobra por los cuatro costados? Si miramos al susodicho sistema, los niños hasta los siete años no tienen más misiva que, precisamente eso: ser felices, sin escuela, sin tareas, y sí con juegos propios de un niño.
La razón de nuestra lógica es obvia: creemos, y es falso, que cuánto antes, mejor. Los seres humanos, al igual que desarrollamos el cuerpo desarrollamos la mente y no podemos acelerar la mente cuando todavía el “recipiente” no da la talla.
En España miramos ahora a dicho sistema, pero, desde mi punto de vista, no habría que irse tan lejos para implantar cosas tan obvias como las anteriores o como el gran respeto, autoridad y valoración del magisterio, autoridad y respeto, en muchos casos, y muy cerca de nosotros, tirados por los suelos con el consiguiente desánimo para maestros diez que se deprimen y pierden la ilusión.
Educación obligatoria y gratuita, material gratis, comida, educación personalizada, etc. ¿Todo esto hay que importarlo? Muy lejos andamos en España  de este tipo de educación y de escuela que en poco o nada ha cambiado con el paso de los años y que poco o en nada se aproxima siquiera a ese modelo hacia el que hoy miramos, pero tan distante del nuestro que ni con potentes anteojos podemos acercarnos a él.
Menos imitar sistemas y más vivir conscientes de lo que tendríamos que cambiar a la española y dejarnos de copiar obviedades. (*)Maestra y escritora.