martes, 7 de junio de 2016

Mirando al sistema Filandés

 DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN Isabel Agüera

Excelente maestro es aquel que, enseñando poco, hace nacer en el alumno un deseo grande de aprender.
Arturo Graf   Escritor y poeta italiano.
Siempre he pensado que lo que tiene que aprender un niño cabe y sobra en la palma de la mano y con ello he querido referirme, a tres cosas primordiales, desde mi punto de vista: ser feliz, educarse y adquirir conocimientos. También mi insistencia ha ido en línea con esa mirada que hacemos al Sistema Finlandés, porque, ¿qué hace un niño desde los tres años en una escuela y desde las nueve de la mañana? ¿Qué hace un niño de un año más, cargado de libros y de tareas, más clases extras de inglés, deporte, baile? ¿Cómo evaluar y examinar a niños que tienen edad de jugar y ser felices? ¿Y dónde van alumnos de doce años a un instituto que les sobra por los cuatro costados? Si miramos al susodicho sistema, los niños hasta los siete años no tienen más misiva que, precisamente eso: ser felices, sin escuela, sin tareas, y sí con juegos propios de un niño.
La razón de nuestra lógica es obvia: creemos, y es falso, que cuánto antes, mejor. Los seres humanos, al igual que desarrollamos el cuerpo desarrollamos la mente y no podemos acelerar la mente cuando todavía el “recipiente” no da la talla.
En España miramos ahora a dicho sistema, pero, desde mi punto de vista, no habría que irse tan lejos para implantar cosas tan obvias como las anteriores o como el gran respeto, autoridad y valoración del magisterio, autoridad y respeto, en muchos casos, y muy cerca de nosotros, tirados por los suelos con el consiguiente desánimo para maestros diez que se deprimen y pierden la ilusión.
Educación obligatoria y gratuita, material gratis, comida, educación personalizada, etc. ¿Todo esto hay que importarlo? Muy lejos andamos en España  de este tipo de educación y de escuela que en poco o nada ha cambiado con el paso de los años y que poco o en nada se aproxima siquiera a ese modelo hacia el que hoy miramos, pero tan distante del nuestro que ni con potentes anteojos podemos acercarnos a él.
Menos imitar sistemas y más vivir conscientes de lo que tendríamos que cambiar a la española y dejarnos de copiar obviedades. (*)Maestra y escritora.  

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