viernes, 10 de julio de 2020

Lectura en vacaciones


Diario Córdoba/ Opinión
Isabel Agüera

  • Desde hace años comparto vacaciones de verano, sobre todo, con mis nietos. Son días entrañables para todos, pero especialmente para los niños que, durante todo el año, se lo pasan planeando para el mes de vacaciones. No obstante, llegado el momento, la sombra de las tareas es como nube gris que tratan de despejar cuanto antes. Como maestra de tantos años y también como abuela, los comprendo y si bien los padres les ayudan, yo procuro también hacerlo, pero a mi manera. Por una parte, considero que la gran tarea que se les impone, libros determinados de lectura, es una auténtica aberración. La lectura no puede ser tarea y mucho menos castigo y menos aún títulos impuestos sin tener en cuenta gustos e individualidad. En tono coloquial, suelo repetir a padres y maestros que los textos tienen que salir de los libros y andar por casa e incorporarse a la vida. Es decir, tienen que dar frutos, pero para eso es preciso algo más que una mera y rutinaria lectura, obligada la mayoría de las veces. La lectura debe ser trascendida, lo que equivale a considerar y reflexionar sobre todos los valores que conlleve de forma que pasen a engrosar parte del arsenal de gestos y actitudes que hay que propiciar en los lectores, en general, pero sobre todo en los más jóvenes. Para ello se precisan estrategias que sitúen a los lectores en una motivación tal que la lectura se eleve a un nivel de auténtico placer. De forma muy breve quiero apuntar aspectos imprescindibles para lograr tales objetivos. Las historias narradas en los libros se deben comentar sobre todo en vacaciones con padres y mayores en general. Los personajes deberán ser objeto de estudio, evaluación, debate, etc: cuál es el más generoso, cuál el más divertido, cuál el más tímido, etc. Los personajes deben trascender a la vida de forma que, con espíritu crítico y opinión personal, se puedan establecer comparaciones, buscando siempre fórmulas para cambiar, mejorar o aplaudir.