sábado, 21 de enero de 2017

Esto era una vez una escuela


Esto era una vez una escuela y más de cuarenta alumnas, tratando de hacer gimnasia en suelo  terrizo y empedrado. Detrás lo que llamábamos aula.
Buenos días, amigos y compañeros: esta madrugada, siguiendo con la nueva versión que hago de Memorias de una Maestra, me he detenido en unos párrafos que transcribo, ante todo y para que sirva  de ánimo al magisterio al que  di mi vida y al que sigo amando por encima de todo. Que tengáis un feliz domingo.
    POCO me han importado siempre las críticas de compañeros y compañeras; mi escuela rompía moldes, y yo era consciente de ello, pero una especie de intuición me guiaba hacia aquellas actividades que -ahora lo sé-  desarrollaban el pensamiento divergente de forma que hubiera posibilidad de que todos los talentos se manifestaran y pudieran encontrar su propio cauce. Jamás he querido hacer de mis alumnos/as una prolongación mía. Sus raíces -yo lo sabía- estaban allí, pero sus ramas...  Sus ramas deberían crecer de cara al futuro, y en él yo quedaría relegada al vientecillo fresco, a la gota de agua, al amor primero que les ayudó a crecer.
No teníamos, como vivienda, nada más que una pequeña habitación alquilada con derecho a cocina, derecho bien vigilado  por el dueño de aquella casona, por si usaba algo que no fuera de mi propiedad. No teníamos baño, ni agua caliente ni nada. Mis dos hijos pequeñitos no salían de la habitación nada más que para acompañarme a la escuela que era una micro- escuela donde apena si se podía respirar, pero se daba la paradoja de sentirme feliz entre mis muchas alumnas para las que organicé, en horas extras, un taller al que las alumnas accedían voluntariamente y en el que podían  optar por varias actividades: cuidar un pequeño jardín, escribir en cuadernos grandes en los que, por sugerencia mía, había libertad para expresar toda clase de opiniones, reclamaciones, etc. También se sugerían actividades  de dibujo, pintura, costura, etc.
Hoy, al leer y transcribir, me emociona el gran salto que en Andalucía ha dado la  educación, los maestros… Es cierto que hay muchos problemas, pero, al menos, el magisterio tiene dignidad, piso, coche y grandes Centros escolares en los que  faltan cosas, muchas, pero yo solo tuve un sueño…
Sí, tuve, tengo un sueño: que la educación en Andalucía, tierra que tanto amo y por la que ha transcurrido mi vida, sea escenario de hombre y mujeres libres, capacitados, responsables, cultos, con gran energía interior capaces de plantearse un proyecto de vida y llevarlo acabo a pesar de los obstáculos y de las dificultades.
Sí, yo  sigo teniendo un sueño  que se llama esperanza, y como el poeta  digo:  
 No se mantiene absolutamente nada  sino por la infanta esperanza,
porque por ella todo siempre empieza de nuevo.
la esperanza siempre promete y garantiza todo,
asegura el mañana para hoy,
y el hoy para mañana. 
y la vida para la vida

y hasta la eternidad para el tiempo. 

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