domingo, 23 de septiembre de 2012

La gota viajera

Queridos compañeors y compañeras: Un cuento de otoño que podéis escenificar. En mi obra Teatrillos, editada por Narcea, lopodéis encontrar guionizado. Feliz curso y feliz otoño.



Una gota de agua vivía feliz y muy divertida en la barriga de su mamá nube. Allí, calentita, se pasaba la vida jugando y viajando por el cielo dentro de la barriga de su mamá. Veía las montañas, los mares, los ríos y los campos.
Un día, su mamá nube le habló y le dijo:
-Ya va siendo hora de que viajes a la tierra. Allí hay muchas cosas que hacer.
-¡Si soy muy pequeña, mamá! -dijo la gota-. ¡Si todavía no he cumplido los diez años!
-Es verdad que todavía tienes que hacerte ¡mucho más mayor!, pero ya puedes aprender algunas cosas porque aquí, dentro de mí, no sirves nada más que para jugar.
-Pero yo no quiero irme -lloraba la gota-. No quiero dejarte todavía. Además, ¡en la tierra las cosas son muy grandes! ¿Que puedo hacer yo tan pequeña?
-En la tierra hay también cosas muy pequeñas -le explico su mamá nube-, y a lo mejor sólo esperan para vivir una gota de agua como tú.
-¿Y si me caigo? ¿Y si me pierdo? ¿Y si me lleva el viento? -repetía la pequeña gota de agua.
-¡Venga! ¡No seas tan miedica! -dijo la mamá nube-. No te va a suceder nada. Vas a hacer un corto viaje a la tierra y luego volverás otra vez a mí. Así irás aprendiendo.
La gota de agua guardó silencio porque comprendió que su mamá nube llevaba razón.
Por eso, preparó su macuto, cogió una regadera y se dispuso a ser una gota viajera.
Era una mañana de otoño. Los pájaros cantaban, ¡pío, pío, pío...! y el campo tenía un color tostado   como si fuera una alfombra de terciopelo.
-¡Allá voy! -exclamó la gota, despidiéndose de su mamá nube y tirándose con un paracaídas.
Por entre las hierbas, crecía una pequeña manzanilla de hojas blancas y corazón amarillo que, con la cabeza agachada, parecía llorar.
La gota de agua, cuando iba llegando a la tierra, se dio cuenta de que la manzanilla estaba llorando.
¿Qué le pasará? -pensó-. ¿Por qué estará tan triste? Caeré sobre ella y veré si puedo ayudarle en algo.
Y, dejándose llevar de un pequeño soplo de viento, se posó, justo, encima de la manzanilla.
-¿Qué te pasa, manzanilla? ¿Por qué estás con la cabeza agachada? ¿Estás llorando? ¿Estás enferma?
-¡Sí, sí..! -exclamó la manzanilla-. Estoy llorando porque me voy a morir de sed. Tengo mucha, pero ¡qué mucha sed! Y mi raíz es tan pequeña que, con una sola gota de agua, podría seguir viviendo.
-¡Yo soy una gota de agua! ¿No me ves? Levanta la cabeza y mírame -dijo la gota de agua-. Ahora mismo voy a salvarte.
-¿Tú puedes salvarme? ¿Tú puedes quitarme la sed? -preguntó la manzanilla, levantando, al fin, su cabeza de flor.
-¡Ahora verás! Mi mamá nube me ha mandado a la tierra para que vaya aprendiendo a hacer cosas buenas. Así que... ¡Allá voy!
Y dicho esto, la gota de agua, con su regadera, se sumergió en la tierra hasta llegar a la pequeña raíz de la manzanilla.
En un minuto la manzanilla notó que la vida volvía a su marchito corazón. Se notaba fresca y la sed le había desaparecido.
-¡Ay, qué bien me siento! -exclamó estirando sus pequeños pétalos con todas sus fuerzas-. ¡Si parezco otra!
Y, cuando la gota de agua apareció de nuevo, la manzanilla le dijo:
-Gracias, gota. ¡Muchas, pero que muchas gracias! Me has salvado la vida y te estoy muy agradecida.
A las pocas horas, cuando el sol comenzó a calentar, la gota oyó la voz de su mamá nube que la llamaba:
-¡Ya puedes subir! -le decía-. No debes quedarte en la tierra para siempre. Las gotas de agua tienen que estar vigilando para ayudar a todos los seres vivos de la tierra.
Y la gota, muy contenta, cogió su macuto, su regadera y su paracaídas y... subió y subió, hasta llegar, de nuevo, a la barriga de su mamá nube.
Una vez allí, exclamó:
-¡Qué cansada estoy!, pero muy contenta: ¡He salvado a una florecilla que tenía mucha sed!
Y se durmió, y soñó que era una gota viajera que, de un lado para otro, iba regando las hierbas, las flores...
Y también, junto con otras gotas, hacían charcos en las calles, y arroyos que corrían en busca del mar.
Entre tanto, su mamá  nube le cantaba:
Mi gota viajera

se quiere casar

con el Niño chiquito

que hay en el altar.

A la gota viajera

le voy a regalar

un traje de novia

un ramo de azahar.











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