martes, 12 de febrero de 2013

Enseñar a pensar.


Queridos compañero/ass. Enseñar a pensar es algo que puede resultar, a veces, complicado, puesto que, sobre todo en estos tiempos, los alumnos/as andan muy dispersos por otros derroteros.
La verdad es que pocas veces, antes y ahora, nos hemos detenido a  reflexionar en la importancia que para la vida  tiene saber pensar y no precipitarse solo por lo que sentimos. Es decir, la mayoría de las veces no pensamos, solo sentimos y obramos.
De ahí  tantos errores y tantas consecuencias negativas como las que a diario sufrimos. Otra cosa sería, antes de "disparar", sentarnos a pensar los pro y los contra derivados de  cualquier acción nuestra o de los demás.
Pero, ¿en qué materia se supone que hay espacio para ello? En mis primeros años de magsterio, en un centro público de la Institución Teresiana en Linares, ya, cada día, tras el recreo, se dedicaban cinco o diez minutos para que, de una forma o de otra, las niñas -entonces no había colegios mixtos- se relajaran y pensaran sobre alguna sencilla y breve propuesta.
Esta práctica, que hoy empìeza a ser letra en medios educativos, la conitué, también en la medida que pude, con mis alumnos/as.
Hoy, asumiendo que, hay muchos maestros/as que rebasan estas sencillas consideraciones, os ofrezco un ejemplo práctico.

LECTURA POR EL MAESTRO/A DE UN SENCILLO CUENTO COMO ESTE:

EL GORRIÓN Y EL ARBUSTO
Un gorrión, en su débil vuelo, se detuvo en la rama de un arbusto. La rama, molesta, se quejó:
-Vete; pesas mucho. me haces daño. No puedo soportarte.
El gorrión, levantando el vuelo, exclamó:
-¡Perdona, perdona! No había reparado en mi peso; sólo en tu fresca sombra.
Y se alejó.
Poco después, un fuerte viento zarandeó al arbusto de tal manera que sus ramas barrían la tierra y muchas de sus hojas, arrasadas por el huracán, volaban en vertiginosos remolinos.
El gorrión, cobijado en el alero de un tejado cercano, observaba al arbusto.
Cuando pasó el viento, se acercó a él y le dijo:
-¡Cuánto he sufrido viéndote azotado por el huracán!
-¡Qué equivocado estás, pequeño gorrión! -contestó el arbusto- Soy fuerte. Tus pequeños ojos han debido confundirme con alguna hierbecilla del campo.
Estaba hablando el arbusto cuando le crujió una rama y cayó al suelo.
¡Vete, vete! -gritó- Ya te dije que me hacías daño con tu peso. ¿Quién reparará el mal que me has ocasionado?
El gorrión, sin contestar, se dijo: Buscaré para descansar un árbol fuerte. Está visto que los pequeños, además de necios, son un peligro.

APRENDEMOS A PENSAR
Preguntamos de forma oral o por escrito

¡Opináis que de verdad el peso del gorrión podía molestar al arbusto?
¿Por qué creéis, pues, que se quejó?
Si hubierais sido vosotros/as el gorrión, habríais actuado como él o qué habríais dicho y hecho?
A pesar de la fuerza del huracán, el arbusto no se quejó y culpó al gorrión de la ruptura de su rama. ¿Sabéis por qué lo haría?
El gorrión, si bien guarddó silencio, hizo un propósito: ¿cuál fue...?
Si trasladamos estos personajes y este relato a la vida real, pensad y decid quiénes pueden representar a los arbustos y quiénes a los gorriones.

 FINALMENTE
Ponedle un adjetivo al arbusto y otro al gorrión
La reflexión que hizo el gorrión, Buscaré para descansar un árbol fuerte. Está visto que los pequeños, además de necios, son un peligro, ¿a qué se podría referir?
 Si os atrevéis camibad el final: ¿Cómo sería para hacer justicia al gorrión?


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