martes, 7 de mayo de 2013

Caretas de violencia

EDUCACIÓN/DIARIO CÓRDOBA
ISABEL AGÜERA/8/5/2013

¡Qué lejos quedan aquellos juegos de mi infancia en los que el arma principal era la imaginación! Juguetes y juegos inventados que nos sumían en el círculo mágico que proporcionaba la posibilidad de una realidad paralela con el mundo de los mayores. Así el juego de las casitas, de los médicos, etc. venían a ser divertidas caretas con las que se imitaba y se aprendía, paso a paso, cómo resolver problemas y, sobre todo se aprendía a pensar, dado que previamente, los problemas se habían imaginado, se habían, ingenuamente, resuelto.
Posteriormente, y en años que empiezan también a ser ya historia, el progreso puso en manos de los niños juguetes sofisticados que finiquitaban el círculo mágico y del palo que representaba el fusil, o de la muñeca de trapo, se pasó a la metralleta que disparaba, logrando efectos de sonidos y fuego, así como muñecas maniquíes y hasta embarazadas mamás.
Y las alarmas se dispararon en campañas contra los juegos violentos y sexistas que pronto eran abandonados por los niños para los que el juego, siempre ha seguido y seguirá perteneciendo al orden de lo extraordinario.
Resulta que hoy día lo extraordinario, los "juguetes" por excelencia, se llaman y visten caretas de otro calado: juegos de ordenador y whatspp.
Es cierto y nadie puede negar los beneficios de estos medios que facilitan la comunicación, socialización, etc. pero, ¿y los riesgos que entrañan? Inmovilidad, silencio, aislamiento..., ingredientes que, pronto se manifiestan en agresividad, violencia por lo que se ve y se oye, pero también por las energías no liberadas que se acumulan, porque son como torrentes sin cauce que, desatados, arrasan, sin control.
Busquemos espacio para el gran vacío de imaginación de nuestros niños que pegados a un móvil ni tan siquiera son conscientes de cuanto sucede a su alrededor. El juego debe ser vivido antes que decodificado, disfrutado antes que entendido, pero el juego se ha esfumado de la vida de los pequeños que sí, están sentados, callados, sin dar ruido, pero, no lo olvidemos, están tejiendo una tupida careta de nueva violencia.

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