DIARIO CORDOBA / EDUCACIÓN
ISABEL AGÜERA
Quiero hacer hoy una reflexión sobre
aquellos aspectos que marcan la relación entre padres y maestros -familia y
escuela- en la difícil tarea que a ambos les concierne: la educación de los
hijos. Un rápido análisis nos permite afirmar que, hace unos pocos años, las
familias contaban con elementos de solidez propios muy superiores a los
actuales: mayor estabilidad en el trabajo, más tiempo libre, menor estrés, etc.
y como consecuencia, más dedicación a los hijos.
En la actualidad, las
familias, a pesar de sus mejores niveles de formación y educación, están más
afectadas por influencias sociales negativas propias de la sociedad actual y
son más débiles en su estructura, encontrándose inmersas, en muchos casos, en
problemas reales que afectan a su estabilidad: carencia de ideales claros de
vida, dificultades de convivencia o ruptura del matrimonio, etc. Esas familias
necesitan, más que nunca, ayuda en su acción educativa profunda, y deben
encontrar colaboración en el ámbito escolar, dentro de un marco de confianza.
La relación existente entre escuela y familia exige de ella, de la
familia, una exquisita coordinación,
pero los padres, en muchos casos, no solo rompen la supuesta coordinación que
debe existir, sino que crean grandes conflictos para el entendimiento.
Es muy
importante que reflexionemos en la importancia del maestro en la vida de
nuestros hijos porque en esa obligada o no, cesión de responsabilidades, está
en juego el futuro de los hijos. Desde el momento en que los padres eligen un
centro escolar deben establecer con su profesorado una muy especial relación de
respeto, confianza, credibilidad y, sobre todo, complicidad necesaria en
tiempos en los que el profesorado, entre papeles exigidos y padres
conflictivos, anda desilusionado, deprimido…
Y siempre sin olvidar que, como dijo
el filósofo de la Ilustración, Rousseau, un buen padre vale por cien maestros.
Frase que avalo al cien por cien, recordando a su vez al mío, como el mejor
maestro que tuve.
Complicidad, ayuda, por parte de la Administración y, por supuesto, de los padres. El maestro no es un administrador, ni un asesor empresarial, ni un enemigo público, el maestro es la persona que vela, que custodia, que enseña y transmite educación y valores.
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