martes, 1 de abril de 2014

Fracaso escolar


DIARIO CÓRDOBA / EDUCACIÓN
2/IV/2014

       
  De igual forma que los niños pueden encontrar en un pequeño detalle un gran misterio, busquemos en la grandeza de la infancia las ocultas, tal vez, posibilidades que todos tenemos y que a los educadores nos pueden pasar desapercibidas. 

De nuevo, los alumnos están, prácticamente, en el umbral de nuevas calificaciones que darán cuenta del resultado de un trimestre de trabajo, y serán muchos los que lo esperen o no, se encontrarán con evaluaciones que los situarán en el bando de los  triunfadores o de los perdedores o fracasados, situaciones que darán como resultado, bien, aplausos, bien, reproches e incluso castigos. 
Es por eso que hoy quiero invitar a padres y maestros  a una breve pero profunda reflexión acerca de las posibles causas por las que tantos alumnos se verán avocados a esta negra providencia de frustración. 
El fracaso escolar es un fenómeno que no responde a una única causa, e incluso puede verse motivado por varias de ellas al mismo tiempo. Cada alumno es un caso particular, y su nivel de rendimiento  puede estar determinado por infinidad de factores, si bien el único que a veces creemos y expresamos es la falta de estudio con lo cual estamos  considerando un único responsable y excluyéndonos de búsqueda de causas que pueden estar latentes en la mente de un niño o adolescente. 
Por experiencia con cientos de alumnos, he creído siempre y he practicado como imprescindible la búsqueda de causas  que de un alumno inteligente, valioso, hagan un permanente fracasado. Siempre he tenido como lema el siguiente pensamiento: tras un alumno que fracasa en los estudios, hay un ser humano fracasado o sin autoestima alguna al que habría que recuperar antes que recuperar conocimientos. 
Y los resultados de esta necesaria investigación sobre posibles causas, han sido de lo más variopintas: falta de motivación, dislexia, déficit de atención con  hiperactividad, problemas de visión, etc. etc. 
La pregunta que nos hacemos es qué hacer. Ante todo, serenidad, atención, ayuda de profesionales y, muy importante, cariño, palabras de estímulo y motivación. Jamás castigos, privaciones y punto, actitudes que solo servirán para acentuar problemas; jamás para resolverlos.



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