sábado, 15 de junio de 2019

Mi querido nieto Javier


Delante de mí, querido nieto, tengo tu foto de joven guapo, cariñoso, decidido, valiente... que desde hace años tienes un sueño: subir un día a los escenarios como gran profesional del cine y teatro. Para ello, empezaste, contra muchas voluntades, a estudiar Arte Dramático, aquí, en Córdoba, pero pronto comprendiste que tenías que dar un gran salto para conocer otros mundos, otras gentes, para lograr apertura, autonomía, para afianzar tu personalidad en tiempos tan complicados para abrirse cualquier camino de futuro.
Mirando tu foto, recuerdo una anécdota de tu infancia que nuca he podido olvidar. Fue un día de verano que llegué a tu piso mareada. Me dejé caer en un sillón, mientras tu madre, me preparaba un ligero desayuno. Allí, en medio del salón estabas tú, con casi dos añitos, sentado en una manta y rodeado de cochecitos. Te quedaste mirándome y en unos minutos te oí decir: toma abuela las pilas de mi coche y te las pones tú. 
Jamás, lindo mío, hubiera encontrado mejor remedio para todos los males del mundo: generosidad y amor. ¡Cómo te abracé! Nunca, nunca podre olvidar aquel gesto de un niño que hoy, tras veintidós años después, vuela lejos tras un sueño que esta abuela materializó en sus teatros con niños y mayores por los pueblos de nuestra Andalucía.
 Los sueños, vida mía, son como telones que hay que ir recorriendo con el riesgo de encontrar la nada o la satisfacción de encontrar una mano, pero siempre hay que seguir. Mi sueño, un día, lo sabes: ser maestra y ser escritora. ¡Cuántos escollos, tropiezos, envidias, desengaños, esfuerzos, etc!. pero al final, si no te rindes, un día te alzarás con la antorcha del gran triunfo personal que es lo único que te valdrá, porque el aplauso más verdadero y auténtico será el que te des a ti mismo.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.

Te quiero muchísimo y mi mayor deseo es que aterrices y sigas siendo el joven austero, complaciente, reflexivo que has sido siempre. Un beso que te dure toda la espesa y larga andadura que te espera y que te renovaré cada día, mi lindo y querido Javier

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