miércoles, 16 de octubre de 2019

GRANDES ERRORES

DIARIO  CÓROBA / EDUCACIÓN
ISABEL AGÜERA

A estas alturas de años de formación del profesorado, tras infinidad de cursos, lecturas de obras pedagógicas y psicológicas, seminarios, etc, me da la impresión de que todo queda en la llamada agua de borrajas, porque siguen pasando cosas, comportamientos por parte de algunos maestros, que me sorprenden y casi paso a no creer.
Hace dos días, con el curso empezando, me pedía un padre por redes sociales que le ayudara porque no sabía qué hacer con su hijo de seis años, al que la maestra le había dado una nota para los padres en la que les decía la poca atención que prestaba el niño, lo pasivo que era, etc. ¡Qué barbaridad!
El tema de las notitas para los padres y usando como portadores a los propios niños, para empezar, me parece un tremendo error, porque las palabras tan negativas que el maestro ha escrito en ellas, jamás deberían ser conocidas por los niños que a tan corta edad comenzarán a identificarse con lo negativo que hay escrito en ellas y que, si acaso, solo deberían conocer los padres, Esos mensajes del tu eres distraído, tu no estudias, tú no sabes, etc. habría que cambiarlos por... puede mejorar, es listo, seguro que irá a mejor, etc. Así que los alumnos más despabilados, con notas donde se le define como malos alumnos y temiéndole a los padres, ni tan siquiera las entregan; las rompen.
No recuerdo en mi larga vida profesional haber hecho uso de tales notas. Si acaso, he llamado a los padres - muy pocas veces-, o he aprovechado los días y horas de tutoría y visita de los mismos.
Pero este gran error por el que los maestros que se valen de tales medios, parecen con ello descargar responsabilidades, achacables solo a los niños, me parece que, en el caso que me contaba este padre, evaluar a un niño cuando todavía, posiblemente, el maestro no sepa recordar ni su nombre, no solo es un gran error, sino un grave daño que se le hace a los niños que aún no saben nada sobre sí mismos.
A los alumnos, en general, hay que empezar por dedicar tiempo en conocerlos, hablando con ellos, mostrándoles cariño, atención, interés, confianza, motivación, etc. Nunca, poniéndoles en las manos una evaluación que nada tiene que ver con ellos sino con lo que el maestro exige y quiere.
Reflexionemos todos y caeremos en la cuenta de que hablamos de niños de variopinta personalidad y no los juzguemos a la primera, porque a la primera podemos hundirlos para siempre.



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